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Tecnofobia industricida oligárquica

Por CARLOS ANDRÉS ORTIZ

El actual gobierno argentino, entre otras muchas acciones orientadas a la concentración de la riqueza en pocas manos, a provocar adrede una fuerte recesión, a aumentar drásticamente la tasa de desempleo, frenar abrúptamente las obras públicas, a frenar y/o destruir la estructura industrial, y a frenar o incluso desguazar importantes proyectos tecnológicos de gran importancia estratégica, puso en ejecución una creciente batería de medidas fuertemente recesivas. Se puntualizan algunas de ellas, sin que implique abarcar todo el extenso listado.

Apertura indiscriminada de importaciones, achicamiento del mercado interno por caída abrupta de salarios, costos altísimos de financiación bancaria, subas siderales de tarifas de servicios públicos, y falta de estímulos para exportar; todo esto constituye el conjunto de fortísimas tenazas que nos llevan a una rápida desindustrialización.

Congelamiento abrupto o cierre de distintos proyectos de desarrollo tecnológico en plena ejecución, incluso los que cuentan con financiación asegurada. El Plan Nuclear (absurda paralización de Atucha III); el Plan Satelital, congelando ARSAT 3 y 4, y tramitándose la extranjerización a Francia, pese a ser una actividad rentable y autogestionable, y de gran importancia estratégica; desguace total del Proyecto Tronador, del Plan Aeroespacial Argentino; cancelación de diversos proyectos civiles y militares, en plena ejecución en Fabricaciones Militares, y otros.

Abrupta e injustificada paralización total de las obras públicas, incluso las que cuentan con financiación asegurada, como las hidroeléctricas en el Río Santa Cruz y la nuclear Atucha III, con lo cual se dilapidaron valiosos recursos humanos y se incrementó el aluvión de desocupados, cuyo incremento es claramente uno de los nefastos ejes del accionar actual.

Freno brutal a la actividad económica (que estaba creciendo y desarrollándose antes de este gobierno), bajo la falaz premisa según la cual es necesario provocar una fuerte recesión para contener la inflación, lo cual equivale a instalar la paz de los cementerios…en un contexto de muerte no hay modificaciones, ni siquiera de los precios.

Endeudamiento externo muy alto, creciente, y a tasas de usura. Eso condiciona política y económicamente a Argentina, además de ser fuente de comisiones jugosas, que en operaciones precedentes (gobierno de De La Rúa), beneficiaron a funcionarios argentinos gestores de bancos extranjeros (actos de clara traición a la patria), hoy nuevamente en cargos oficiales. El más conocido es el de Federico Sturzenegger, pero no sería el único.

Rápidas acciones de “transformaciones” de YPF y Aerolíneas Argentinas, para forzar sus achicamientos y extranjerizaciones.
Desmantelamientos de diversos planes y acciones sociales, sanitarios y educativos, para luego justificar los despidos masivos, acusando de “ñoquis” a quienes primero dejaron sin funciones.

Esas acciones y muchas otras, son “de manual” en los casos de imposición violenta y abrupta de dictatoriales gobiernos de orientación neoliberal. Ese es claramente el accionar del actual gobierno de Argentina. Hace al caso enfatizar que el neoliberalismo agrede y destruye la soberanía de los Estados que caen en sus garras. ¿Puede entenderse que los patrioteros de bandera justifiquen y defiendan a este gobierno? Demostración clara del severo proceso de colonización cultural, cepillado de cerebros perpetrado en estamentos de las FF.AA. y FF.SS. desde 1955 en adelante, al menos hasta 2002/2003; claro que hay honrosas excepciones, y las instituciones deben preservarse.

Se analizan ahora los más destacados antecedentes históricos, de gobiernos liberales, que en los hechos operaron para impedir el desarrollo y la grandeza nacional de Argentina.

Distintos hechos históricos fueron conformando y consolidando la oligarquía argentina, con su mentalidad cerrádamente clasista, con trazas racistas, anglófila hasta la médula y retrógrada hasta lo indecible, con pautas sociológicas cargadas de caracteres feudales, al punto tal que desde que se conformó se constituyó en un abroquelamiento que sistemáticamente se opuso al desarrollo socio económico y a la defensa de principios de soberanía, pues la visión de sus cerrados intereses clasistas apenas llega a su grupo socio económico, y en lo geográfico poco más allá
de la Pampa Húmeda; claro está con sus ramificaciones en grupos pequeños pero poderosos en las distintas provincias, y habitualmente con su cohorte de adulones, mercenarios de la comunicación y sectores clasemedieros muy confusos, poco informados o peor aun profundamente colonizados mentales, incluyendo en ese grupo a variopintos conformistas u odiadores crónicos, tanto de los sectores medio-altos, medio-medios, y medio bajos. Incluso el “socialismo” argentino, el formado por Juan B. Justo, Alicia Moreau de Justo y sus seguidores, desde siempre sirvió de dócil pseudo oposición a los grupos oligárquicos, a los que fue funcional e incluso llegó a ser aliado menor, como en la revolución fusiladora, en la cual Américo Ghioldi y otros, alentaban y alababan los fusilamientos y las más atroces represiones.

Sin duda Argentina constituye un caso muy interesante para el análisis sociológico de las oligarquías apátridas, y casi sin margen de error, por allí deben buscarse las raíces de nuestras continuas frustraciones, que nos impidieron concretar el futuro de grandeza que nuestras innegables potencialidades deberían habernos facilitado lograr, y que al menos tres o cuatro veces nos tuvieron en el umbral del desarrollo, y otras tantas veces fuimos llevados de bruces hacia atrás, por la misma oligarquía retrógrada y sus múltiples ramificaciones.

Sucede que la visión de las “clases dirigentes tradicionales” de Argentina (eufemismo para denominar a las oligarquías), no solo son cerrádamente egoístas, sino muy miopes, y carentes de una auténtica visión nacional.

La oligarquía es egoísta, pues solo piensa en sus intereses sectoriales patronales (sean camperos, financieros, importadores e intermediarios, y especuladores varios), desentendiéndose del resto del país y de los otros sectores socio económicos; e incluso tiene fuerte vocación feudal, pues adora y le rinde culto a esa anacrónica estructura político-social-económica, en la cual “el patrón” es un ente no solo intocable para el peón o el empleado/asalariado, e incluso para el tendero clasemediero y el profesional ídem; sino que se arroga facultades discrecionales, indiscutibles y no punibles, cualquiera sea el tenor de las decisiones o acciones que ejecute o perpetre.

Es miope, pues su soberbia y en muchos casos su estrechez de pensamiento, le impide analizar que su realidad sería mucho más sólida e incluso sus rendimientos económicos serían mayores, si estuviera inmerso en una estructura nacional poderosa, bien integrada y desarrollada. Su soberbia y su ceguera conceptual le impide analizar que si fuera parte de un gran país desarrollado y poderoso, sus propias producciones estarían más protegidas, y los bienes exportables podrían incluso tener mejores valores, en función de la mejor capacidad de negociación que tiene toda potencia. ¡Pero no! Prefiere ser soberbia con el resto de país, mientras es genuflexa con los poderes extranjeros, de los cuales es simple servidor descartable, tal como sucedió en las sucesivas crisis mundiales.

Carece de visión nacional, pues de hecho desprecia profundamente al sano sentimiento de amor a la patria, no le importa la soberanía efectiva (aunque promueve y usa la “soberanía declamatoria” de los patrioteros de bandera, que son sus dóciles peones, siempre listos para “tareas sucias”); incluso se siente muy a gusto en el rol de “aliado menor” (léase subordinado) de la potencia hegemónica de turno, y actualmente, del grupo de poder de las potencias tradicionales (léase Unión Europea –y principalmente Gran Bretaña-, EEUU y Canadá, Japón). Incluso hubo en Buenos Aires deplorables marchas de “gente bien” del Barrio Norte y similares, que clamaban por una intervención de los marines (de los que estólidamente se consideran “aliados”, para derrocar al gobierno anterior del período kirchnerista).

Ya antes de 1810, poderosos comerciantes portuarios (de la aldea de Buenos Aires), muchos de ellos inveterados contrabandistas, hacían presión por “el libre comercio”, que en esos años significaba dejar entrar sin barreras la enorme producción industrial británica, y en menor escala la de EE.UU, que comenzaba su industrialización (practicando el proteccionismo aduanero, que ahora –como es mega potencia- ataca en nuestros países, para que nosotros no nos industrialicemos). Rivadavia, con su ley de enfiteusis y su política anglófila, fue el punto de partida de la oligarquía y sus “familias patricias”, portuarias (del puerto de Buenos Aires), campera, clasista y ultra conservadora.

Pero el real comienzo en gran escala de la oligarquía campera pampeana, se dio con los gobiernos de Mitre y Sarmiento, cuando mediante maniobras leguleyas con las participaciones de los doctores portuarios, lograron hacerse de enormes extensiones de tierras, desalojando a poseedores de hecho, de familias rurales de viejo arraigo, criollos dignos pero muy simples y analfabetos, indefensos ante los ardides de los registros de tierras, que esos criollos no conocían ni entendían. Esos mismos poseedores de tierra con derechos ancestrales de varias generaciones, habían sido antes respetados e incluso logrado ciertas elementales comodidades, bajo la estructura paternalista pero básicamente justa y con sensibilidad social hacia el pueblo común, que imperaba en la época de Rosas.
“Integrada al mundo” (el mismo eslogan de los neoliberales actuales) la economía argentina desde el mitrismo por casi medio siglo, operó subordinada a los designios británicos, éramos “la granja” que abastecía al “taller del mundo”.

En esos años, nuestra economía creció mucho, en base a la excelente coyuntura mundial que favorecía a las materias primas, pero el desarrollo socio económico integral fue casi nulo, pues “el régimen” oligárquico en el poder, con el pretexto de las supuestas bondades del “libre cambio”, no solo no alentó sino que se opuso al desarrollo industrial y tecnológico nacional, contando para ello con las “opiniones doctrinales serias” de los “grandes diarios”, como La Prensa y La Nación, que bajo la pantalla de la “libertad de prensa” (hoy llamada “periodismo independiente”), operaba –y opera- como vocero e incluso como instigador de ideas fuerza retrógradas, al servicio de las oligarquías locales, y de sus mandamases británicos.

Las presiones anti tecnológicas eran tan fuertes, que la campaña persistente de los mercenarios de la comunicación y de los pseudo intelectuales opinantes al tanto por cuanto, machacaban respecto a la supuesta “inferioridad genética” según la cual los ingenieros argentinos nunca serían equiparables a los anglosajones, e increíblemente, ese autorracista concepto denigratorio, fue utilizado para entorpecer las habilitaciones de las carreras de ingeniería, en las Universidades Argentina. Y después, en los años ’40 del siglo XX, se reirían soezmente de “los gauchos puestos a marineros”, cuando se creó nuestra Flota Mercante, después desguazada por el menemato.

Durante “el régimen” mitrista-liberal (1862-1916), así como en años sucesivos, los diarios oligárquicos (los dos centenarios que aun perduran, y otros de efímeras vidas), presionaban en contra de toda política industrialista, así como contra las extensiones de los ferrocarriles bien administrados por el Estado, como fueron desarrollados por Yrigoyen; y décadas después nacionalizados por Perón.

La oligarquía campera casi nunca tuvo aspiraciones de ampliar las actividades bajo control de propietarios argentinos, por eso el negocio de los frigoríficos fue manejado por británicos, y secundariamente por norteamericanos. ¡Y ni pensar en tener una flota mercante propia!, idea siempre demonizada por los “bienpensantes” de la oligarquía y sus mercenarios de los medios y de las cátedras, en aquellas Universidades manejadas a su antojo por el establishment.

Bajo el beneplácito de las oligarquías locales, el Pacto Roca-Runciman (el estatuto legal del coloniaje, Jauretche dixit), entregó casi por completo a Gran Bretaña el manejo y la propiedad de todos los ferrocarriles, las usinas eléctricas, los transportes públicos urbanos de las grandes ciudades, y el control total del Sector Financiero. Y la deuda externa, siempre fue el factor de presión y de control político – económico manejado por la banca extranjera (antes británica, o europea-norteamericana y del G 7 y las transnacionales “oficiales” como el FMI). Ningún interés del Estado liberal de esos años, por fomentar el desarrollo industrial ni tecnológico nacional.

En la revolución fusiladora (1955), el desguace del avanzado Proyecto Pulqui (aviones a reacción), la virtual expulsión de Mercedes Benz (impidiendo comenzar la producción de camiones y chasis de ómnibus), y acciones similares, confirmaron una vez más la ideología retrógrada, centrada solo en la economía primaria, de los liberales argentinos, y sus cohortes de apoyadores/aplaudidores. Y el endeudamiento externo innecesario, como eje de subordinación política a los centros financieros del poder mundial (igual que ahora).

Los siguientes golpes de Estado (1962, 1976), con la excepción parcial del de 1966, fueron ultra liberales, antinacionales, y por ende clasistas y opositores a la industrialización y el desarrollo tecnológico argentino.

Después, siguiendo subrepticias pero claras “instrucciones” de Gran Bretaña y EEUU, las oligarquías argentinas dejaron “el modelo” cívico militar, para cooptar sectores políticos, sea mediante el engaño ideológico (menemato), o mediante la utilización de técnicas sociológicas y psicológicas de engaños mediáticos masivos (macrismo-“Cambiemos”).

Claramente, ahora están dispuestos a hacer rápida y brutalmente las “tareas sucias” (todas las acciones perpetradas en estos escasos cuatro meses), pretendiendo no dejar margen alguno para el disenso ni para el resurgir de la ideología nacional. ¡Nos quieren llevar de bruces al feudalismo dieciochesco! Feudalismo por el servilismo que quieren institucionalizar en las relaciones laborales. Dieciochesco, por la burda implementación de las falaces ideas del asalariado del imperio industrial británico, esclavista y racista, que fue Adam Smith, el “inventor” del liberalismo económico, doctrina que iba como anillo al dedo, a las necesidades británicas de los siglos XVIII y XIX.

* Analista de Temas Económicos y Geopolíticos / La Señal Medios

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