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SOCIEDAD RURAL ARGENTINA / Ingenua pretensión

Por HÉCTOR AMICHETTI

«¡Viva la Patria!   ¡Al fin libres!   ¡Basta de populismo!» 

Fueron algunas de las expresiones oídas ayer en Palermo.

Macri fue consagrado como nuevo héroe de la oligarquía ruralista y financiera que en boca de su presidente reafirmó que «el populismo es la negación del porvenir».

Aquel porvenir que auguraba la Suciedad de propietarios de tierras creada en 1866 para financiar la «conquista» del desierto y apropiarse de más de 18 millones y medio de hectáreas regadas con sangre del pueblo mapuche.

Los que alentaron la masacre de peones huelguistas en la Patagonia y luego, en el acto anual de una Exposición como el de ayer, abuchearon e insultaron al Ministro de Agricultura del Presidente Yrigoyen, quien 6 días después sería derrocado por el golpe militar de Uriburu.

«El Estatuto del Peón no hará más que sembrar el germen del desorden social, al inculcar en la gente de limitada cultura aspiraciones irrealizables, y las que en muchos casos pretenden colocar al jornalero sobre el mismo patrón en comodidades y remuneraciones… La vida rural ha sido y debe ser como la de un manantial tranquilo y sereno, equilibrado y de una prosperidad inagotable».

De esta manera reaccionaron ante el «populismo» peronista, encabezando el primer lockout de entidades patronales en rechazo de la sanción del benefico de aguinaldo para los trabajadores.

Saludaron el golpe de la fusiladora al que le aportaron funcionarios y cuando la democracia volvió, tras 18 años de resistencia popular, volvieron a desafiarla con el paro agrario nacional de octubre del ’75, reduciendo el área sembrada y desabasteciendo el mercado de productos rurales, para culminar, junto a otras patronales conspiradoras, en el lockout general de febrero del ’76, pocos días antes del golpe genocida del 24 de marzo.

Los hombres de la Suciedad Rural colaboraron con los genocidas brindando información para perseguir, encarcelar y matar a cualquiera que a ellos se le ocurría que era subversivo. Viene a mi memoria el caso de Delia Díaz Lovotti, una educadora excepcional, directora de la Escuela Normal Nacional de mi ciudad natal, quien fuera secuestrada y encarcelada por la denuncia del presidente de la Suciedad Rural de Rojas, un individuo de apellido Giorgi, que de inmediato fue premiado por la dictadura con el cargo de Intendente Municipal.

En un acto como el de ayer en Palermo, Alfonsín fue abucheado y los acusó de fascistas, tal vez sea por eso que el radicalismo rastrero de Macri brilló por su ausencia en esta ocasión.

Ayer Etchevere reclamó sin mencionarla: ¡Prisión para Cristina!, la Presidenta de un despreciable gobierno «populista» al que intentaron desestabilizar hace 8 años atrás con 129 días de paro agropecuario que incluyó bloqueo de rutas y puertos en rechazo de un aumento de retenciones que procuraba estabilizar internamente, en beneficio de toda la población, los efectos del aumento del precio internacional de los alimentos.

Macri ha recuperado a la Argentina como el «manantial tranquilo y sereno de prosperidad inagotable» que ellos siempre defendieron, un espacio donde «la gente de limitada cultura» no se ilusione con «aspiraciones irrealizables».

«¡El campo es el motor de la Argentina!», exclamó el nuevo héroe de la naciente República Oligárquica ante el clamor del refinado público que colmaba las tribunas de la rural, acompasado por un rugir de toros y el desafinado relincho de yeguas y caballos.

Sin el irracional populismo, sin molestas leyes laborales y una desequilibrada justicia que obstinadamente falla casi siempre a favor de los trabajadores, con salarios competitivos que mejoren la productividad y rentabilidad que exigen las trasnacionales, podemos llegar a ser… ¡El Supermercado del Mundo!.

Entonces recordé una anécdota de los años ’90, cuando el propietario de una empresa gráfica productora de envases flexibles decidió cerrar la fábrica. El hombre era también propietario de campos en Entre Ríos, donde criaba ganado. En medio de los enfrentamientos protestas y discusiones que caracterizaban el conflicto, al hombre, encolerizado, le salió de adentro: «No quiero saber más nada con ustedes. Mi negocio es el campo porque las vacas no me hacen paro».

Eso es lo que pretende Macri y sus mandantes de adentro y de afuera del país, que seamos un sumiso rebaño de hombres, mujeres y niños al servicio de sus ambiciones.

Su misión ha fracasado en otras oportunidades, no ha de ser distinto ahora.

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