Corriente Federal de Trabajadores
El juicio a Jesús fue ilegal y su condena injusta y arbitraria.
Si alguien cuestiona «el orden establecido», no merece otro trato, según la oligarquía.
El subversivo de Nazareth había dicho de los fariseos:
«Así son ustedes, por fuera aparentan ser gente honrada, pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad».
Los fariseos respaldaron al poderoso Caifás en la sentencia.
¡Blasfemo! ¡Debe morir!
Sin juicio justo… sin derecho a defensa.
Como tantos otros que vendrían después.
Como Dorrego en Navarro, como el Chacho en Olta, como los peones en la Patagonia, como Valle y los compañeros en aquel junio del ’56, como los 30.000, cuyas ausencias aún nos duele.
La oligarquía pone sus condiciones si tiene la oportunidad.
Sumisos ante el poder del Imperio, aquellos aristócratas preferían garantizar la paz en Judea y recaudar impuestos para los romanos que rebelarse contra la dominación.
Jesús ponía en riesgo sus privilegios.
Debía morir… como deben morir los falsos profetas de todos los tiempos que se atreven a anunciar el mundo nuevo.
Cómo van a admitir la posibilidad de un mundo nuevo quienes se sienten cómodos en éste mundo tal cual es.
Es el fin de la historia, creyeron los aristócratas judíos al enviar a Jesús a la cruz. Uno de ellos: Nicodemo, había escuchado unas horas antes de labios del condenado: «Hay que nacer de
nuevo».
Ese es el problema… que resurja lo que creen haber liquidado.
La Resurreción será un problema eterno para la oligarquía.
¡Felices Pascuas!
