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MACRI, EL TRABAJO Y EL SALARIO/ El regreso a lo peor del pasado

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Por HÉCTOR AMICHETTI (Federación Gráfica Bonaerense / Corriente Federal de Trabajadores)

Antes de Perón los patrones adquirían el trabajo como si fuera un insumo más, necesario para que funcionen sus negocios.

Era el mercado el que regulaba el precio de la mano de obra.

Allá por octubre del ’45, Juan Perón renunció al cargo de Secretario de Previsión y Trabajo e informó a decenas de miles de obreros congregados en la calle Perú entre Victoria y Julio A. Roca lo siguiente:

«Dejo firmado un decreto de una importancia extraordinaria para los trabajadores. Es el que se refiere al aumento de sueldos y salarios, implantación del salario móvil, vital y básico y la participación en las ganancias».

Días después era encarcelado por los militares con el entusiasta auspicio de las entidades patronales y rápidamente liberado por voluntad de la masa trabajadora movilizada por todas las calles de Buenos Aires.

El 20 de diciembre de ese mismo año el decreto al que se refería Perón fue sancionado definitivamente.

La Unión Industrial Argentina y la Bolsa de Comercio denunciaron la ilegalidad de la nueva norma.

«¡Las penurias económicas de las empresas hacen imposible pagar un salario mínimo, un aumento y encima un aguinaldo!», exclamaron.

Una asamblea empresarial sin precedentes en la historia argentina resolvió realizar 3 días de loock out patronal mientras la CGT se movilizaba en defensa de las nuevas conquistas.

Entre otras cosas, aquel decreto decía:

«El salario vital, mínimo, es la remuneración del trabajo que permite asegurar en cada zona al empleado y obrero y a su familia alimentación adecuada, vivienda higiénica, vestuario, educación de los hijos, asistencia sanitaria, transporte y movilidad, previsión, vacaciones y recreaciones».

CAMBIEMOS…

Hasta la llegada al gobierno de Macri, el trabajo era valorado como un derecho que debía dignificar a las familias argentinas.

La actualización razonable y permanente del salario mínimo mediante acuerdo de partes y paritarias en las que los aumentos de sueldos superaban siempre a la inflación, contribuyeron a incrementar la capacidad de consumo y fortalecer el mercado interno.

Ahora, el salario ha vuelto a ser considerado un insumo más, un precio como tantos otros que debe ser regulado por el mercado.

Ayer nomás, el gobierno nacional decretó unilateralmente el nuevo valor del Salario Infimo, Mortal e Inmóvil.

Desde el primero de julio próximo ningún trabajador o trabajadora argentina debería cobrar menos de $ 8.860 por mes, es decir: $ 295 por día, lo que equivale a 4 kilos de carne picada, o a 7 kilos de pan, o a 6 paquetes de alguna yerba de las más económicas.

La alimentación adecuada, la vivienda higiénica, vestimenta, educación, salud, transporte, recreación, vacaciones, pasan a ser gratos recuerdos del pasado.

Para el gobierno de las patronales no hay estación intermedia.

Promueven un viaje directo y rápido, marcha atrás, hacia la década infame.

El único camino hacia adelante de nuestro pueblo es otro 17…

En las calles y en las urnas…

Para recuperar la dignidad del trabajo.

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