Corriente Federal de Trabajadores
Por LEONARDO MARTÍN
A apenas 48 horas de las elecciones, envalentonado con el triunfo electoral, el Gobierno no perdió el tiempo para impulsar con velocidad la flexibilización laboral. El ministro de Trabajo Jorge Triaca junto al vicejefe de Gabinete Mario Quintana recibieron a una comitiva de la CGT para delinear el futuro y comenzar a avanzar concretamente con las reformas.
Blanqueo laboral con perdón de los aportes no realizados en el caso de los trabajadores no registrados, incentivos para tomar trabajadores con rebaja de aportes patronales, estimular las prácticas formativas, volver a un sistema de pasantías con alguna denominación aggiornada, son algunas de las medidas que buscan persuadir a la sociedad de que en esta época de “transformaciones permanentes” la laboral es una reforma amigable. No habría de qué preocuparse si en definitiva es para crear más empleo argumentan desde el nutrido grupo de CEO’s hoy volcados a la función pública.
Una batalla central para el Gobierno es “bajar el costo laboral argentino”, ponerlo a tono con nuestros vecinos latinoamericanos. Es una lucha ardua, porque pese a los vaivenes de algunos dirigentes, el sindicalismo argentino tiene un peso específico que funciona como barrera. Pero claro, el espaldarazo eleccionario más la suma de un poder mediático y judicial en ebullición marca que es el momento de avanzar. Será por las buenas, en base al consenso que el Gobierno proponga, o siempre habrá un juez amigo para impulsar causas, pedir intervenciones de gremios o demoler mediáticamente a dirigentes. La herramientas disciplinadoras de estos tiempos.
La agenda que buscan implementar es más bastante más áspera, alejada del espíritu new age y del discurso meritocrático que abunda en el lenguaje político del Presidente y sus funcionarios. Horarios más flexibles, horas extras más económicas, indemnizaciones más bajas, polifuncionalidad en las tareas, menos ítems que mejoren el salario como podría ser la antigüedad,restricciones en el acceso a la Justicia por accidentes, enfermedades o incumplimientos patronales. Todas estas medidas son parte del menú empresario respecto a los trabajadores. La rebaja de impuestos es la otra pata.
Un argumento que viene sosteniendo el ministro Triaca es que los convenios colectivos han quedado vetustos ante los cambios tecnológicos, que muchos de ellos se han firmado en los años setenta y que ya no responden a las nuevas condiciones laborales. Es llamativo que al recorrer los recientes cambios celebrados como el de los petroleros en Vaca Muerta o el de los trabajadores lecheros poco tienen que ver con esos cambios tecnológicos.
Bajar las denominadas horas taxis de los petroleros que cobraban las horas de traslado hacia los pozos, en el caso de los lecheros rebaja del costo de las horas extras al crear una figura del “franquista”, quitas de aportes al gremio o más presión sobre el ausentismo y la puntualidad son algunas de las modificaciones. Es decir cambios que tiene que ver con la rebaja directa de los costos empresariales más que con los cambios tecnológicos.
En cuanto al cómo introducir las reformas, el Gobierno, en principio, esquivaría una discusión legislativa con una reforma integral. Un canal de éxito improbable porque no tiene quórum propio en ninguna de las dos cámaras. Lo obligaría a negociar con las fuerzas amigables, pero además facilitaría la resistencia social. El camino sería la negociación mano a mano con cada gremio, avanzando a partir de las debilidades que tenga el sector producto en muchos casos provocados por la propia política económica o apretando a organizaciones y dirigentes que no tengan todo en regla. Es un camino más lento, atomiza la lucha y no propicia la respuesta como conjunto de parte del movimiento obrero.
Los dirigentes de la conducción de la CGT que han participado de la reunión han admitido el planteo de avanzar en la flexibilización, conceder en ciertos puntos, pero con “consenso”. En tiempos esquivos, la cúpula de la CGT parece dispuesta a ceder derechos pero preservando puntos básicos de aspectos que hacen a la fortaleza sindical en nuestro país: mantener los convenios colectivos, monopolio de la representación, continuidad de las negociaciones paritarias y mantener el manejo de las obras sociales. La supuesta promesa es que no se va avanzar en ese aspecto al menos ahora…quien sabe en el futuro
El triunfo ha puesto a la defensiva al movimiento obrero. Lejos de las épocas donde los paros eran por el Impuesto a las Ganancias hoy hay mucho para perder. La agenda pública hoy está planteada en términos amarillos, replicados por la cada vez más coordinada acción de los medios de comunicación dominantes. Discusión del plan económico, de la apertura de las importaciones, del endeudamiento externo, de los tarifazos que afectan a las Pymes y cooperativas no deberían faltar en un agenda impulsada por la CGT. El fervor amarillo hoy está en un punto alto, es cierto, pero sin resultados económicos visibles (recién se está volviendo a niveles del 2015), con más ajuste como se perfila para el 2018, con profundización de los tarifazos, esa expectativa social puede empezar a resquebrajarse.
Por lo pronto, esto continuará en los próximos días en una reunión que se realizará en el Centro Cultural Kirchner donde confluirán gobernadores, empresarios, dirigentes sindicales. En la “etapas de reformas permanentes” se plantearán las modificaciones tributarias, previsionales y laborales, entre otras. Un nuevo consenso donde el sector trabajador se le van a pedir más esfuerzos, resignar derechos en pos de una supuesta “modernización” y por una apertura al mundo que nos espera con los brazos abiertos. Tiempos difíciles, como tantos otros en la historia, pero aún con la fortaleza para afrontarlos si el movimiento obrero camina hacia una unidad lo más amplia posible y si tiene claro cuál es el horizonte hacia donde ir.
