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GRUPO CLARÍN / Una historia en la que no es fácil hallar el sentido y un futuro con interrogantes demasiado complejos

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Por GABRIEL FERNÁNDEZ

PAPEL PRENSA. Todos recordamos el testimonio de Osvaldo Papaleo: “Yo vi a los tres grandes diarios de este país saquear una empresa de un grupo familiar que estaba preso, juzgado por un tribunal de guerra y condenado. Un tribunal que les sacó declaraciones bajo tortura”.

Aquél diario que, apenas tres años antes había estado al servicio de la campaña del Frente Justicialista de Liberación –una campaña bien intensa, sabemos- se había reconvertido con celeridad. La dictadura cívico militar lo ocupó todo y el contador platense supo dónde ubicarse.

Así como los jefes de los grupos de tareas ensuciaban sus manos en la tortura para mostrarse en línea con sus subordinados, Héctor Magnetto se adentró en los interrogatorios e instruyó a los criminales para extraer exactamente lo que necesitaba de los detenidos.

El tiempo pasó y Clarín combinó con el humor social. Sobre finales de la dictadura, cuando ya La Voz había cargado con el peso de difundir las denuncias y cubrir los conflictos invisibilizados, comprendió que la caída era irremediable. Dio calce en sus páginas a la marcha contra la autoamnistía y a la profunda y definitiva movilización del 16 de diciembre de 1982.

RADIO. Ganó Raúl Alfonsín el arranque del nuevo tramo democrático. El ya poderoso propietario de la fábrica de papel avanzó, con el beneplácito de esa gestión, en el control de Radio Mitre. Al poco tiempo, desde el espacio editorial, Joaquín Morales Solá –todavía en ese medio, luego de asesorar a Domingo Bussi en Tucumán- realzó la valentía presidencial al anunciar la “economía de guerra”.

Todo era casi nuevo, claro, y el radicalismo no sabía que al rato nomás, Clarín daría aire a las crecientes protestas suscitadas por los planes económicos de orientación liberal. El diario golpeó y golpeó al punto de hacer rabiar al Ejecutivo; los grupos económicos disciplinaron el mercado con una hiperinflación aún evocada y las masas exigieron un relevo.

TELEVISIÓN. El pueblo argentino, cautivado por la promesa de Revolución Productiva de Carlos Menem, lo eligió con determinación. Inmediatamente Clarín entornó al nuevo mandatario y logró revertir el artículo de la Ley de Radiodifusión dictatorial que impedía poseer diarios, radios y televisoras. En licitación a medida, la empresa se quedó con Canal 13.

Memorable resultó el diálogo alegre, distendido y satisfecho de Héctor Magnetto con Bernardo Neustadt en Tiempo Nuevo. Por entonces la voz del hombre fuerte de la compañía no estaba afectada y pudo transmitir lo que su emisor sentía. La sonrisa abarcaba su rostro: sabía lo que significaba ese avance.

CABLE. Pero eso no fue todo en los noventa. Por entonces, a este periodista le tocó advertir sobre el comportamiento de Clarín a un influyente núcleo de dirigentes peronistas, políticos y sindicales, que todavía se animaban a escuchar voces en el marco de un anfiteatro conducido por el movimiento obrero: “Cuando llegó, cristal de amor / cuando se fue, voz de rencor”.

Eso fue lo que señalé al referirme a la ingenuidad oficial de cooperar con el gran diario argentino. Los comentarios mostraron fuerte autoconfianza: “pero no, a estos los controlamos nosotros, con la pauta publicitaria y otras presiones”. Al toque, el gobierno menemista facilitó el dominio del negocio del cable, en todo el interior, para Clarín.

RADIOS Y CANALES PROVINCIALES. La apuesta del medio se orientó hacia la emergente Alianza con predominio de la Unión Cívica Radical y presencia del Frepaso. El nuevo presidente Fernando de la Rúa fue a fondo, con sus “amigos”: propuso y logró otra reforma de la Ley de Radiodifusión y generó el “Plan Nacional de Televisión”. Así, la empresa pudo adquirir radios y canales de TV abierta en todas las provincias.

Bueno es decirlo, antes de persistir: en los medios de comunicación sólo Héctor Ricardo García (Crónica) y Julio Ramos (Ambito Financiero) denunciaron la tendencia monopolizadora de Clarín y la complicidad de los funcionarios en los variados gobiernos. A ellos se sumó, por un rato, Jorge Lanata (Página 12) lo cual hizo más notable su conversión.

DEUDA. La crisis generada por las políticas liberales detonó y el pueblo se llevó puesto al modelo. 19 y 20 de diciembre de 2001 configuran fechas que dan cuenta de la dignidad y capacidad de reacción de nuestra gente. Clarín mostró las protestas pero priorizó el rasgo “policial” de los acontecimientos. Bajo el cruel título “La crisis causó dos nuevas muertes” comunicó el asesinato de Darío y Maxi.

(La noche de los crímenes estuve en Clarín acompañando al fotógrafo Sergio Kowalewsky, con quien había trabajado cuando me tocó dirigir el diario de las Madres; llevó la secuencia de imágenes y las puso sobre la mesa de la sección política nacional. Eligieron algunas, que no evidenciaban lo ocurrido sino su resultado.

Recuerdo el apurón del jefe de cierre, un ex La Voz, por sacarse de encima el compromiso, y una charla acelerada que sostuve con Sergio, sugiriéndole llevar las imágenes a Crónica, cuya planta de Avenida Garay y Azopardo era relativamente cercana a la de Clarín, ubicada en la calle Tacuarí.

El fotógrafo me dijo, palabras más, palabras menos “pero sería importante que lo publicara Clarín” tomando en cuenta el volumen del medio. Nótese, ya por entonces, la paradoja. Eran sus registros, así que me limité a acompañarlo.  Hizo todo lo que pudo y finalmente, de modo oblicuo y a la vez valiente, logró que se conociera la verdad.)

Gracias a una indagatoria de Diario sobre Diarios, se descubrió que faltaban imágenes de la cobertura automática que implicaba la cámara profesional de Kowalewsky. Como la historia resultó inocultable terminó saliendo a luz y quedó claro que se había tratado de un fusilamiento policial.

LEY A MEDIDA. El presidente provisional Eduardo Alberto Duhalde facilitó la licuefacción de las enormes deudas del Grupo a través de una devaluación asimétrica. Mientras el pueblo veía caer sus ingresos, Clarín los transformaba en beneficios. Rápidamente la empresa orientada por Magnetto se relacionó con la gestión y ésta impulsó la “Ley de preservación de de bienes y patrimonios culturales”.

La esperanza colectiva renació en 2003. El arribo de Néstor Kirchner al gobierno favoreció que la previa adecuación del tipo de cambio tuviera una derivación positiva para la producción industrial local. La disposición de paritarias impulsó de un modo exponencial el trabajo, el comercio y el desarrollo nacional.

LICENCIAS TELEVISIVAS. Kirchner fue consciente del riesgo. Pero en la lógica de acción permanente, más allá del diseño estratégico, fue intuyendo – pensando sobre la marcha la labor a desplegar. En principio, renovó las licencias a los canales de televisión, lo cual serenó a un Clarín que resolvió no hostigar el primer tramo de gobierno.

La presencia de Julio Bárbaro al frente del entonces Comité Federal de Radiodifusión (Comfer) era una garantía para el monopolio. El hombre de los bigotes persiguió a los espacios comunicacionales que podían raspar la hegemonía concentrada. Un fuerte debate interior se instaló en el movimiento nacional y popular, y los cambios llegaron.

En medio, fue surgiendo la idea de elaborar una nueva Ley adecuada a la situación presente de la comunicación. La designación de Gabriel Mariotto en lugar de aquél agente fue trascendente. El nuevo funcionario se informó en los Estados Unidos sobre las variantes existentes y se alarmó: en los países más importantes no se admitía una congregación de poder equivalente a la que Clarín obtenía aquí.

Se inició un camino de debate y análisis amplio y democrático que derivó en la construcción social de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Grandes virtudes de la nueva normativa para facilitar la utilización del espectro radial y televisivo de otros competidores, muchos de los cuales venían germinando una nueva comunicación tan popular como genuina.

Pero la Ley de Medios portaba en su interior un talón de Aquiles referido a cierta ausencia: no determinaba recursos para los medios sociales que iban a ocupar el tercio correspondiente. Se perdió la oportunidad de pertrechar espacios diferentes y como se necesitaba un periodismo que diera cuenta de la obra oficial, se pactó con empresas.

Estas firmas beneficiarias del apoyo estatal usufructuaron el mismo para elaborar productos de calidad relativa y cuando se las necesitó para romper el bloqueo informativo dispuesto por el grupo monopólico, desaparecieron del juego. Cerraron o vendieron los medios y adecuaron el lineamiento de aquellos que persistieron.

Dos conversaciones de este periodista que pueden aportar: en el primer tramo, con uno de los funcionarios impulsores de la nueva Ley: GF–¿No se piensa incluir ningún artículo sobre el financiamiento de los medios populares? F–No, acá te damos la posibilidad de jugar, pero no podemos pagarte la luz. Más adelante, con Horacio Verbitsky: GF–No me gustan los acuerdos con Hadad, Spolsky, Garfunkel, Olmos, López… HV—Por supuesto, cuando los necesiten, no van a estar.

MULTICANAL Y CABLEVISIÓN. A pocas horas de dejar su presidencia, Néstor Kirchner firmó el aval, a través de un decreto, para la fusión de Multicanal y Cablevisión. Ya por entonces el conglomerado de cable era el más poderoso, en proporción al mercado existente, del mundo. En poco tiempo el conjunto del campo nacional y popular junto al gobierno estaba dando batalla para lograr dividir Clarín en seis empresas, proceso que se denominó “adecuación”.

Por qué razón se facilitó el poderío del monopolio al cual se había resuelto combatir para evitar la concentración es un interrogante que aún hoy no encuentra respuesta. Clarín, que en ningún momento dejó de percibir en tiempo y forma abultadas pautas estatales, siguió creciendo. Tras una bienvenida suave y cortés para la nueva presidenta, el monstruo mediático se lanzó por todo.

PAUTAS. El hostigamiento del grupo contra el nuevo gobierno nacional popular se asentó en grandes campañas sobre la inseguridad y denuncias acerca de presuntas limitaciones para el ejercicio de la libertad de prensa. Las críticas a la institución que relevó al Comfer, la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA) se intensificaron progresivamente.

Se fue incorporando a la agenda el concepto de corrupción como estrictamente ligado a la administración kirchnerista.

Una zona de ruptura intensa se registró durante el intento oficial de modificar las retenciones móviles a la soja y al girasol en el año 2008. Allí, la empresa de Magnetto, muy ligada a los exportadores, puso todo su despliegue –edición en papel, radios, aire tv, cable tv y web- obtenido en los años previos, para oponerse a la resolución oficial y fomentar la protesta de los grandes productores.

Desde entonces no aflojó la presión por un instante y apeló a todas las formas de demagogia para conducir a una franja de la opinión pública en contra del gobierno. Sin reparar en un tratamiento periodístico adecuado ligó la inversión en el Fútbol con presuntas carencias educativas, la aparición de bolsas de dinero con problemas económicos estructurales, y pese a controlar todas las vías insistió en hablar de “mordaza” a la actividad comunicacional.

En ningún momento se dejaron de abonar las pautas publicitarias estatales hacia los medios del Grupo. Pero esto también fue parte de la campaña hostil: resultaba habitual escuchar a sus  voceros afirmar –sin pruebas ni fundamento- que el gobierno presionaba con la distribución de las mismas.

LEY, ENACOM. Desde la asunción del gobierno de Mauricio Macri el apoyo estadual continuó y se profundizó: fue eliminada por decreto la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, cercenada La Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual en beneficio del Ente Nacional de Comunicaciones y se multiplicó el apoyo publicitario para los medios del Grupo. Se impusieron directivos originados en Clarín y La Nación en medios del Estado, como la Agencia de Noticias Télam entre otros, en sintonía con el estilo gerencial dispuesto para el gabinete.

Se desmontó una magnífica inversión estatal en beneficio de la sociedad como Fútbol para Todos, promotora de la principal industria cultural argentina, y se le entregó la transmisión del principal deporte al Grupo Clarín y sus socios, sin requerir ninguna inversión social y deportiva a cambio.

TELECOM Y CABLEVISIÓN. Hace pocos días, el régimen liberal aprobó el proceso de fusión entre las corporaciones Telecom y Cablevisión. Tv por cable, internet, telefonía móvil y telefonía fija serán los servicios que agrupará el nuevo gigante del mercado de las telecomunicaciones, luego de que se acordara el ensamble. El negocio asciende a unos 80 mil millones de pesos por año y una cartera que supera los 25 millones de clientes al sumar las cuatro líneas de operación.

En medio de toda esta historia: condonaciones de deudas por parte de un Poder Judicial alineado –vale repasar las denuncias de Héctor Ricardo García al respecto-, acceso a créditos internacionales sin control pese a involucrar ostensible lavado de dinero –Credit Suisse-, fraude al Estado mediante el manejo de información reservada –es preciso evocar las revelaciones de Hernán Arbizu (JP Morgan) ante la Unidad de Información Financiera liderada por José Sbatella- y ningún apercibimiento por haber implicado sin pruebas a numerosos funcionarios y dirigentes nacionales y populares en presuntos delitos graves.

EL SENTIDO. Ahora bien, el lector se preguntará sobre los ejes de esta historia. Pretenderá una explicación sobre comportamientos propios y ajenos. Vamos a suministrar las conclusiones de este periodista, amparado en información y debate con un buen grupo de trabajo.

En principio, Clarín brega por eliminar la competencia. Contrariamente al ideario que manifiesta, el Grupo anhela poseer todas las vías comunicacionales sin equivalentes, grandes o chicos, en su derredor. Las preocupaciones empresariales no han estado orientadas a generar productos de mayor calidad –la ausencia de objetividad es ostensible- sino a quebrar cualquier perspectiva que pueda cautivar las preferencias públicas.

Clarín no ha mostrado preocupación por agilizar productos menores y de bajo encendido como –citemos un editorialista de bandera- el programa televisivo de Joaquín Morales Solá, sino por eliminar a quienes arriaban las audiencias, como Roberto Navarro y Victor Hugo Morales. Tampoco por superar técnica y narrativamente a Fútbol para Todos, sino por aniquilarlo en  beneficio de la transmisión privada. Lo único que consigue real volumen es ajeno a su producción: el programa de Marcelo Tinelli.

Asimismo, ha empeorado notoriamente el diario, convirtiéndolo en un continuo realizador de maniobras comunicacionales con finalidades políticas y económicas, por fuera de cualquier intento de, aprovechando la hegemonía, presentar un gran producto periodístico que otorgue prestigio a los realizadores más allá de una inclinación editorial natural.

La lucha de Magnetto ha tenido como epicentro exigir al Estado la eliminación de las competencias y favorecer la concentración. Cabe reafirmarlo porque a nivel público la enunciación de los preceptos del Grupo son bien distintos, en verdad contradictorios con su propia acción. Para lograrlo, además de presionar y cooptar funcionarios y jueces, lo cual implica un delito en sí mismo, cometió todas las tropelías imaginables en el mundo empresarial, muchas de las cuales están narradas en estas líneas.

Sin embargo: aunque en todos los gobiernos mencionados se puede atisbar una mezcla de corruptela e ingenuidad para el tratamiento del vínculo con Clarín, la verdadera sorpresa –aún hoy- siguen siendo las decisiones adoptadas durante las dos gestiones kirchneristas al respecto. Es claro que pese a la vocinglería instalada, los funcionarios K resultaron los únicos que no aceptaron ser comprados por el Grupo; es decir, los más honrados de todos.

Hecha esta precisión, que realza una década muy beneficiosa para el país y su pueblo, existen elementos que no poseen una explicación sencilla. Las preguntas quedan picando.

Básicamente, porqué los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner facilitaron la prolongación de licencias, la fusión de Cablevisión y Multicanal y el formidable caudal publicitario sobre las firmas de Clarín. Al mismo tiempo, porqué mientras esto hacían cuestionaban con energía al diario y a TN, y llevaban adelante una Ley que damnificaba la monopolización. Por qué, si el objetivo era desbancar a Clarín de las preferencias públicas, no se pertrechó a medios de calidad y confiabilidad para afrontar esa batalla.

(Quiero contar una simple anécdota que está lejos de servir como medida pero ha quedado impresa en mi mente. Desde La Señal Medios anticipamos la recuperación del 51 por ciento de YPF. La misma noticia estuvo en manos de Clarín, pero fue tratada con sentido inverso. Mientras nosotros señalábamos la importancia de poseer la firma petrolera nacional, el Grupo enfatizaba el daño a las relaciones internacionales, especialmente con Europa, que una decisión semejante iba a acarrear.

Tras el anuncio, que corroboró la información, los medios de Magnetto cargaron con dureza sobre el gobierno, hostigando la medida. Por esos días subí a un taxi donde estaba encendida Radio Mitre. En medio del bloque publicitario escuché un extenso –oneroso- aviso de YPF. Furioso, llamé a un compañero de confianza, que ejercía un cargo importante en el área comunicacional, para señalar esa situación. Sólo me respondió “—Y bueno, viste como son estas cosas, qué le vamos a hacer. Es así”. Durante todo el período Clarín siguió engordando con plata del Estado y condenando el accionar del mismo.)

En política es temerario concluir un análisis afirmando “ahora, es tarde”. No lo haremos, pues la energía y la creatividad del pueblo argentino siempre depara gratas sorpresas. Veremos cómo evoluciona esta situación. Pero es inevitable señalar que el poder económico y político aquilatado por Clarín desde 1976 a la fecha es de una dimensión difícil de imaginar. Por eso en lugar de asentar la historia en el presente intentamos una muy suscinta visión panorámica del camino recorrido por el Grupo.

Cuesta pensar en lo que hay que pensar: cómo resolver esta situación para facilitar la voz del pueblo en el espacio mediático y cómo lograr una genuina democratización comunicacional. Si es cierto que hay una batalla cultural o al menos una puja informativa en desarrollo, el intento de abordar el tema debería merecer una mayor preocupación de las referencias nacional populares vigentes. Consideramos que las respuestas sencillas a semejante interrogante, pueden resultar equívocas.

 

  • Director La Señal Medios / Sindical Federal / Area Periodística Radio Gráfica

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