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AMICHETTI / Bestias…

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Por HÉCTOR AMICHETTI

En dos años y medio provocaron una catástrofe nacional y si algunos sectores de la sociedad aún no han tomado conciencia al respecto, se los contará muy pronto la historia cuando haga la crónica de este tiempo.

Han endeudado al país por más de un siglo entregando el poder de decisión sobre su destino a los rapaces acreedores extranjeros.

Han resuelto dar la espalda a Malvinas y manchar la sangre de los patriotas abandonando nuestra región austral a las voraces multinacionales petroleras custodiadas por bases militares de las fuerzas piratas.

Fuerzas que responden al mismo invasor inglés que le enviaron para que guarde en sus bancos 462 millones de dólares en lingotes de oro que pertenecen a las reservas de la Patria.

Destruyen aceleradamente la industria nacional enviando al cementerio unas 25 pymes e infinidad de comercios cada día.

Como ladrones que gozan de absoluta impunidad roban de los bolsillos del pueblo para engrosar los balances de las empresas que controlan servicios que deberían ser públicos.

Retacean todo a las familias trabajadoras, hasta el alimento, sometiéndolas a la voracidad de las empresas monopólicas que aumentan arbitrariamente los precios, cada minuto más inalcanzables por salarios que pierden capacidad de compra o que directamente desaparecen pulverizados por la desocupación.

Perón escribió alguna vez que el arte de gobernar tiene sus principios y sus objetivos, y afirmó que estos últimos son claros: «Hacer la felicidad del pueblo y labrar la grandeza de la Nación».

«Muchos obsesionados por la grandeza y apresurados por alcanzarla llegan a imponer sacrificios sobrehumanos a su pueblo», decía nuestro líder.

Pues en este caso, se trata de una supuesta «grandeza» que no verá jamás el pueblo argentino.

«Es preferible un pequeño país de hombres y mujeres felices que una gran nación de individuos desgraciados», agregó Perón en aquel texto en el que definió magistralmente que la fuerza era el derecho de las bestias.

DOMINGO DE RAMOS…

Montado en un burro entró Jesucristo aquel día en Jerusalén y fue entonces que el pueblo lo aclamó con enorme entusiasmo levantando sus ramos de palmas al paso del profeta que podía librarlos de las injusticias del imperio romano y de los insoportables sacerdotes.

Como los endemoniados especuladores que fugan sus capitales de la Argentina por estos días, aquellos mercaderes habían convertido al templo en una «cueva de ladrones».

Entonces entró el popular profeta de aquel tiempo y arrojó las mesas de los usureros cambistas y de todos los inescrupulosos comerciantes que anteponían los negocios a la dignidad humana.

Es posible que en aquellas circunstancias haya dicho Jesucristo con voz bien firme: «¡Este es templo de oración! ¡Al carajo con esta manga de bandidos!».

La cuestión es que más de 2000 años después, salvando distancias en años y características de bandidos y opresores, la tarea del pueblo argentino es similar: expulsar del gobierno a los bandidos que han habilitado este descomunal saqueo.

Aunque declarado enemigo de aquella oligarquía y luego crucificado, Jesucristo resucitó, como ha resucitado y derribado una y mil veces las cruces, el glorioso Peronismo que pretendieron crucificar.

La Justicia Social es el derecho de los pueblos, el destino de las bestias será indefectiblemente la derrota.

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