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LEGISLACIÓN LABORAL / La «nueva» bandera demagógica para arrastrar zonzos

 

Idea

 

Por GABRIEL FERNÁNDEZ *

El reducido núcleo rentista que gobierna el país ha resuelto colocar una bandera que agrupe al conjunto del empresariado con el objetivo de reorientar su malestar ante los resultados prácticos del accionar económico oligárquico, contra los trabajadores. Mientras se quiebra el mercado interno por la caída en el poder adquisitivo general, desde la propaganda oficial y los medios concentrados se agita la idea de resolver esa catástrofe inducida mediante el cercenamiento de derechos laborales. Es decir, se propone echar nafta sobre la hoguera.

Semejante tontería sólo puede calzar en un empresariado como el argentino, que no logra comprender de dónde sale el dinero. Pese a estar en contacto permanente con sus propios contadores, con listas de ingresos y egresos, con costos y beneficios, es proclive a identificar sus problemas con “cargas sociales”, “presiones sindicales” y “dificultades para contratar y despedir”. El cerebro de los empresarios argentinos ha sido despedido, sin indemnización, varias décadas atrás; y no ha logrado regenerarse.

LAS CUENTAS, CLARAS. A decir verdad, las dos décadas peronistas de nuestra historia –y sus esquirlas indetenibles en tramos posteriores- configuran los momentos en los cuales mayores beneficios se concretaron para las empresas grandes, medianas y pequeñas. Esta es una aseveración fundada específicamente en números: mientras más recursos y derechos tiene la masa trabajadora de la población, mayores son las ganancias de comercios e industrias. De allí aquella oportuna mención a la memoria de José Ber Gelbard, hombre que por sobre todas las cosas, tenía las cuentas claras.

Sólo esta banda compuesta por los empresarios miembros del gabinete nacional, corporaciones financieras y su vanguardia, los Fondos Buitre, grandes exportadores, compañías de servicios privatizados y firmas que se especializan en la evasión y la fuga de divisas, ha acrecentado su volumen en los ciclos comandados por el ideario liberal oligárquico que compone la línea editorial del diario La Nación y una pléyade de imitadores de segundo nivel en el resto de los medios. La operatoria de negocios que encarna el macrismo viene trasladando las energías productivas de la Patria hacia el agujero negro de la valorización financiera.

La Argentina, con este gobierno de ladronzuelos incultos que combaten a quienes salen a las calles a ayudar a los pobres, se ha aislado de un mundo en el cual el 80 por ciento de los mercados son internos, la inversión productiva y el rol rector de los estados son centrales, y la Multipolaridad asentada en el equilibrio comercial se desarrolla. El Estado argentino, dirigido por tirifilos deshonestos, ha solicitado préstamos innecesarios y los mismos han pasado a engrosar las arcas, a través de la fuga, de los mismos sectores descriptos en el párrafo anterior; con la gracia diferencial que los han dejado asentados en el Debe de toda la sociedad.

PSICOLOGÍA SOCIAL. Sin embargo, hay un elemento a considerar para semejante desencuentro entre la razón y el empresariado que no participa de esos enjuagues porque tiene su destino atado al mercado interno. Aunque parezca mentira, ese factor es psicológico social. Se lo puede percibir en las cenas familiares de los empresarios medianos: mientras se derrumban por la falta de ventas, la carga impositiva regresiva, el tipo de cambio, las tarifas, la apertura importadora y la ausencia de crédito, creen que queda bien lamentarse ante sus relaciones por las cargas sociales y los derechos laborales. “Tenemos una legislación antiproductiva” dicen los marmotas “y eso perjudica la inversión”.

El decidor, ante las señoras y los señoros de su círculo, presume de “mis empleados” que viven gracias a él y tiran para atrás sus notables esfuerzos por salir adelante. Y en vez de señalar que la luz del negocio se incrementó un mil por ciento –referencia nada metafórica- estima de buen gusto cargar sobre los sindicatos su irrefrenable tendencia a la quiebra. Aunque el contador se lo explique una y otra vez –eso también consta- el empresario argentino no logra ver que la caída en la actividad económica general y el poder de compra social es lo que está determinando sus dificultades. Como no tiene argumentos económicos reales para fundar lo que asevera, recala en la letra que le brindan los medios.

De tal modo, narra “presiones de patotas” gremiales que sólo están en las ficciones elaboradas por Clarín –Grupo Noble, primarización agropecuaria, renta financiera, fuga-, cuyos intereses contrastan agudamente con los propios. Por eso las asociaciones empresariales Pymes no han logrado pronunciarse a pleno en contra de la iniciativa arcaísta, regresiva y antiproductiva del macrismo contra la legislación laboral. Los había embocado Alvaro Alsogaray, los embocó Domingo Cavallo y ahora los corre con el diario, como pichichos, la dupla Macri – Magnetto. Los poderes que encarnan funden a los empresarios ligados a la circulación interior de dinero, y estos, como en el famoso dibujo de Quino, observan con desconfianza el proceder del trabajador.

EL HSBC Y EL ALMACÉN DON MANOLO. Las cosas, más de siete décadas después, están demasiado claras como para ahorrar caracterizaciones devaluatorias de nuestros “hombres de negocios”. Al más lúcido de los mismos, Alberto Samid, lo metieron preso sin que ningún burgués alzara la voz ni comprendiera que junto al simpático Rey de la Carne estaban encarcelando la posibilidad de un crecimiento autónomo y extendido.

Varios nabos de la Cámara Argentina de la Construcción, en vez de hacer valer su poderío económico y patear puertas de ministerios y juzgados, andan escondidos para no caer en las garras de un fiscalito de profesión extorsionador y otros, de la industria metalmecánica, evalúan el decir del periodista que hizo apología del asesinato de un sindicalista para defender el interés financiero, en lugar de recordar la preocupación de Henry Ford para que sus obreros ganen bien, y así puedan adquirir sus productos.

Esta nueva andanada contra la legislación laboral es demagógica, además de económica. Sirve para hurgar en el abismo psicológico del empresariado y re ligarlo al proyecto que lo hundió. Han hallado, con sagacidad –bueno es aceptarlo- el modo de unificar esa clase como si el Santander y Edesur tuvieran el mismo interés de base que la ferretería de la esquina, el taller gráfico del barrio y el fabricante de envases plásticos del Gran Buenos Aires.

En estas jornadas frías, en las cuales los recuerdos arriban en caravana mientras unos mates ayudan a pensar, la figura del maestro Néstor Basile (su intercambio “Periodismo” con Carlos Fanjul en el libro Profeta en su Tierra, sigue siendo imperdible) emerge con grandeza cuando al dialogar con este cronista sobre la realidad social, esbozaba:

Gabriel, tenelo presente: al boludo, ni el saludo.

• Director La Señal Medios / Sindical Federal / Area Periodística Radio Gráfica

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