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Precios, salarios, el pueblo y un bello poema

Amichetti

 

Por Héctor Amichetti*

Uno de los mayores desafíos que le toca enfrentar al gobierno argentino en el año que comienza es sin dudas poner freno al aumento irrazonable del precio de los alimentos y controlar tarifas, para que los ingresos familiares recuperen poder adquisitivo y se avance rápidamente en la reactivación económica.

Cristina sintetizó muy bien ese compromiso en tan solo cuatro palabras hace unos pocos días en el acto de La Plata.
Ahora bien, el problema de la inflación y devaluación de la moneda viene de lejos en la historia y -al igual que la pandemia del covid 19-, en distintos períodos y por diferentes circunstancias ha sido motivo de contagio en muchas regiones del mundo.

Allá por año 301, Diocleciano tuvo que aplicar a un Edicto de Precios Máximos sobre más de 1300 productos, empezando por la carne, vino, cerveza, cereales, salchichas, zapatos y otras prendas.

A pesar de que congeló salarios e investigó la estructura de costo de los mercaderes amenazando incluso con aplicar la pena capital a los especuladores, aquel Emperador Romano no tuvo demasiado éxito con su plan y debido, entre otras cuestiones, a sus recurrentes crisis económicas, el añejo Imperio apenas pudo prolongar poco más de un siglo.

 

LA SUPERVIVENCIA DE LOS VALORES Y LA FE POPULAR

Diocleciano también fue famoso por la persecución a los cristianos, arrasó sus templos, los encarceló masivamente, los torturó y ordenó quemar vivos a varios de ellos por resistirse a abandonar sus creencias.

Al final el hombre y su ejército de perseguidores se dieron por vencidos. Constantino I «El Grande», que lo sucedió tras su muerte, inició el camino de la legalización cristiana y la Fe terminó conquistando al Imperio.

La cuestión no es que Constantino haya estado muy convencido del cambio, sino el enorme crecimiento de movimiento cristiano que de un puñado de 40.000 fieles que eran en el año 150, ya se habían convertido en una masa de casi 6 millones y medio de personas en el año 300.

 

SAN SILVESTRE

El destino quiso que le tocara a Silvestre I ser el Papa cuando el Imperio Romano dio su giro hacia el cristianismo, el entonces Obispo de Roma estuvo al frente de la Iglesia Católica casi casi 21 años, desde el 31 de enero del 314 hasta que partió hacia el más allá el 31 de diciembre del 335.
Por eso anoche en algunas partes del mundo, junto al fin de año, celebraron la fiesta de San Silvestre.

 

RUBEN DARIO

En relación con Silvestre, el gran poeta nicaragüense Rubén Darío escribió un hermoso poema y da la casualidad que lo hizo mientras residía en Buenos Aires representando al gobierno de Colombia sin cobrar sueldo y sobrevivía escribiendo notas para el diario La Nación y otros periódicos locales y extranjeros.

Para ubicarnos en el tiempo, mientras Rubén Darío escribía éste poema (año 1896), Juan Perón era un prometedor bebé que comenzaba a dar sus primeros pasos de la mano de Juana Salvadora Sosa en la localidad bonaerense de Lobos.

Darío, quien recibió escaso afecto de sus progenitores, se educó en un colegio jesuita de la localidad de León en Nicaragua, y desde muy niño fue un entusiasta lector y escritor.

Está bueno en ésta fecha tan especial en que comienza un 2021 cargado de esperanzas, reproducir aquel bello poema para que cada cual intente descifrar la admirable inspiración que lo haya guiado…

«AÑO NUEVO»
A las doce de la noche, por las puertas de la gloria
y al fulgor de perla y oro de una luz extraterrestre,
sale en hombros de cuatro ángeles, y en su silla gestatoria,
San Silvestre.
Más hermoso que un rey mago, lleva puesta la tiara,
de que son bellos diamantes Sirio, Arturo y Orión;
y el anillo de su diestra hecho cual si fuese para
Salomón.
Sus pies cubren los joyeles de la Osa adamantina,
y su capa raras piedras de una ilustre Visapur;
y colgada sobre el pecho resplandece la divina
Cruz del Sur.
Va el pontífice hacia Oriente; ¿va a encontrar el áureo barco
donde al brillo de la aurora viene en triunfo el rey Enero?
Ya la aljaba de Diciembre se fue toda por el arco
del Arquero.
A la orilla del abismo misterioso de lo Eterno
el inmenso Sagitario no se cansa de flechar;
le sustenta el frío Polo, lo corona el blanco Invierno
y le cubre los riñones el vellón azul del mar.
Cada flecha que dispara, cada flecha es una hora;
doce aljabas cada año para él trae el rey Enero;
en la sombra se destaca la figura vencedora
del Arquero.
Al redor de la figura del gigante se oye el vuelo
misterioso y fugitivo de las almas que se van,
y el ruido con que pasa por la bóveda del cielo
con sus alas membranosas el murciélago Satán.
San Silvestre, bajo el palio de un zodíaco de virtudes,
del celeste Vaticano se detiene en los umbrales
mientras himnos y motetes canta un coro de laúdes
inmortales.
Reza el santo y pontifica y al mirar que viene el barco
donde en triunfo llega Enero,
ante Dios bendice al mundo y su brazo abarca el arco
y el Arquero».

¡Por un buen 2021!

Que los ingresos del pueblo trabajador superen a los aumentos de precios y tarifas, que la firmeza del movimiento popular y sus valores de justicia y hermandad derroten a las Corporaciones de la intolerancia y la codicia.

*Federación Gráfica Bonaerense / Corriente Federal de Trabajadores

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