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Sin Estado fuerte y protagonismo del pueblo organizado es muy difícil una salida definitiva

 

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Por Héctor Amichetti*

¿Se acuerdan que la Constitución Nacional hablaba de la función social de la propiedad? Y que además se refería a la facultad del Estado para fiscalizar e intervenir sobre las actividades del campo en defensa del interés de la comunidad?

Fue un tiempo en que garantizar el bien común era una prioridad que nadie debía poner en discusión.
Ahora pareciera ser que todo está en permanente discusión, que el bien común es importante siempre y cuando no afecte las ganancias de los grandes propietarios y que el Estado no debe interferir y limitarse estrictamente a poner el práctica las propuestas que las entidades patronales le arrimen.

Esta lógica no vino por evolución natural, fue ayudada por golpes militares, genocidios y democracia domesticada por los preceptos neoliberales que relativizan lo que antes eran supremos valores humanos.

 

ANTES

En 1952 la situación económica en Argentina era sumamente crítica, habíamos tenido dos años seguidos de sequía en la pampa húmeda y encima el diablo (Estados Unidos) metía su cola a través de un boicot que restringía la venta de nuestros productos en el extranjero y limitaba el aprovisionamientos de los repuestos necesarios para nuestra industria.

Si bien Juan Perón había ganado por afano las elecciones de noviembre del ’51, estaba en juego la suerte del Proyecto Nacional, mientras tanto una oposición miserable como la actual, trataba de aprovechar la situación para instalar el descontento y productores, intermediarios y comerciantes sin compromiso con el bien común, provocaban aumentos abusivos del precio de los alimentos y ponían en práctica maniobras de desabastecimiento.

En febrero de 1952 el gobierno puso en marcha el Plan Económico de Austeridad convocando al pueblo al esfuerzo solidario de reducir consumos innecesarios e incrementar en lo posible la productividad para favorecer el ahorro, al mismo tiempo que ordenaba a Miguel Gamboa, Jefe de la Policía Federal y Director Nacional de Abastecimiento combatir el agio y el abuso de precios en productos de la canasta familiar.

Gamboa debió crear 25 brigadas dedicadas a visitar las carnicerías de Capital Federal y Gran Buenos Aires para observar la evolución de los precios y actuar en consecuencia. En el corto lapso de dos años la carne había aumentado injustificadamente más de un 200%.

La inflación de 1951 se había disparado al 36,7% y en 1952 llegó al 38,8%.

El gobierno peronista depositó la mayor responsabilidad para enfrentar con éxito la crisis en el Estado, pero también comprometió a los sindicatos, mutuales y cooperativas y a la acción popular, en general, en defensa de la economía hogareña.

Una de las consignas de ese momento era concurrir a los locales donde los precios fueran menores como ferias, mutuales, proveedurías gremiales o cooperativas, al mismo tiempo que el gobierno inauguraba grandes mercados populares.

La comunicación jugó en esa circunstancia un papel muy importante, haciendo más eficaz la acción del pueblo organizado para el combate, la intensa prédica llegó a las mujeres y hombres de Argentina desde «Mundo Peronista» y a los niños desde «Obreritos», incentivándolos a la buena práctica del ahorro.

A las mujeres, que de la mano de Evita habían avanzado en la conquista de derechos igualitarios, se las calificaba como «anónimas heroínas del hogar humilde» y «Mundo Peronista» se dirigía a los hombres en estos términos:

«A usted no se le ha ocurrido que como representante del movimiento en su barrio o su pueblo usted tiene una obligación de hacer algo para que las ideas de Perón se conozcan en toda la zona de su influencia?. Entonces, qué hace que no se mueve?. Por ejemplo realizar reuniones con los jefes de familia afiliados a su unidad y explicarles el plan, discutirlo y ver qué va a hacer cada uno. Al cabo de algún tiempo reunirse nuevamente para analizar que había hecho cada uno».

Participación activa del pueblo organizado que le llaman.

«Si a usted le da el cuero, puede tratar asimismo de estudiar algún problema local de producción: reúna a los agricultores peronistas o a los industriales o a los comerciantes y explíqueles lo que quiere Perón de cada uno de ellos.

En fin, luego se lanzó el Segundo Plan Quinquenal, Gobierno y Pueblo lograron superar la crisis. En 1953 la inflación se redujo al 4% y en 1954 al 3,8%, creció significativamente la producción de papel para diarios, cemento e hilados de rayón, acero y arrabio, se equipó al campo con nueva maquinaria, se desarrolló significativamente la producción de insecticidas y abonos y surgieron nuevas ramas industriales como la del plástico.

Antes del Segundo Plan Quinquenal se fabricaban 444 motocicletas por año, cuando el Peronismo fue ilegalmente derrocado salían de las fábricas 10.000 motos anuales; también 5000 automóviles y la producción de bicicletas se había multiplicado por cuatro, pasando de 36.250 a 120.000 unidades.
El Estado y el Pueblo habían ganado la batalla.

 

AHORA…

La «Mesa del Maíz» trata de imponerle su plan al gobierno, minimizando la incidencia de ese cereal en el costo de alimentación de las vacas lecheras, los cerdos, los pollos y las gallinas que ponen huevos.

Si fuera posible exportarían todo el maíz y mientras no puedan hacerlo buscarán mostrar como razonable que en el ámbito casero se paguen los precios internacionales.

Les importa tres carajos la mesa de las familias argentinas.

Igual que los productores del trigo, los panaderos acaban de advertir que la bolsa de harina que actualmente se paga $1.900 se elevaría prontamente a $2.500 de acuerdo al precio que se negocia a futuro en los mercados financieros.

El pan tiene dueño, pero es un dueño sin hambre, como decía el Programa del 1º de Mayo de la CGT de los Argentinos.

Mañana se reúne el gobierno con los frigoríficos exportadores intentando evitar que en corto tiempo tengamos que pagar $1.000 el kilo de asado.

A estos propietarios no los anima el bien común, solo estarían dispuestos a «moderar» los precios en ocho cortes de parrilla y de olla por dos meses, el gobierno quiere que sea por un año.

«Precios Máximos», «Precios Cuidados», «Ley de Góndolas», todo resulta insuficiente en la medida que el Estado no logre retomar el control de la economía para que esta sirva al bienestar general.

Perón decía que una nación que no tiene el control de su economía pierde su soberanía y también demostraba en los hechos que resulta imposible poner freno a la ambición especulativa del capitalismo sin un fuerte protagonismo del pueblo organizado.

Con gran sabiduría, el mayor líder de nuestra historia escribía -en el año 1953- una carta al presidente de Chile, General Carlos Ibáñez del Campo y en un párrafo le decía:

«Mi querido amigo: dele al pueblo, especialmente a los trabajadores, todo lo que pueda. Cuando le parezca que ya les está dando demasiado, dele más. Verá los resultados. Todos tratarán de asustarlo con el espectro de un colapso económico. Pero todo eso es una mentira. No hay nada más elástico que la economía, a la que todos temen tanto porque nadie la entiende«.

Imaginen la cara de espanto de los economistas ortodoxos, los dogmáticos del «libre mercado» y los protectores de la propiedad en función antisocial que hoy se reúnen con el gobierno, si al presidente Alberto Fernández se le ocurriera adherir a la vigencia del párrafo contenido en aquella carta.

* Federación Gráfica Bonaerense / Corriente Federal de Trabajadores

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