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1956 / El presidente duerme

Por DANIEL BRION*

No se ha escrito mucho sobre los fusilamientos de junio de 1956, mucho menos es lo que ha trascendido a la memoria histórica nacional sobre estos acontecimientos que marcaron un hito en nuestra Patria.

Pero estos mártires, que representan la sangre y la simiente del movimiento nacional y popular, nunca murieron continuaron viviendo en cada tiza y en cada carbón con las que un pueblo proscripto, “seco y en patas”, los recordó en las paredes de ciudades y pueblos durante dieciocho años, vivieron cada vez que una voz se levantó contra un dictador, vivieron con cada luchador popular y en el corazón de miles de compatriotas que levantaron sus banderas y las llevaron a la victoria.

Con el odio y el rencor no se construye, pero la falta de memoria destruye, y la memoria del Pueblo no ha permitido que, pese al silencio de tantos años, esta sangre derramada por la causa popular haya sido en vano.

Resulta maravilloso y emocionante, como hijos y familiares de estos hombres, darse cuenta que cada vez que contamos nuestra historia a nuevas generaciones, cada vez que rescatamos del olvido su epopeya nacional, cada vez que conciudadanos a quienes nunca se habían relatado estos sucesos comienzan a enterarse de los mismos, la chispa de la utopía y la libertad, de las convicciones políticas, del amor a la Patria y a su Pueblo, comienza a encender nuevos fuegos en los corazones, que se vuelven ávidos por conocer mas detalles de lo sucedido.

Vivimos actualmente en un país que se ha dado en llamar “mediático”, entendemos que la noticia hoy pasa por otro lado, pero es bueno tener presente que “los pueblos que no tienen memoria no tienen futuro”, y que “conocer la realidad es empezar a dominarla”.

Una vez alguien me preguntó: “¿por qué su papá era peronista?…”, y entonces recordé una anécdota que, de niño, mi madre me contó cuando yo le hice la misma pregunta…

Mi padre trabajaba en la administración de la fábrica SIAM, de noche estudiaba Teneduría de Libros, quería progresar.

En aquel entonces en cada puesto de trabajo había un jefe que controlaba, despóticamente, a los empleados.

En un momento mi padre bostezó mientras trabajaba, esto fue suficiente para que ese jefe, ironizándolo, lo obligara a subirse al escritorio y comenzara una cruenta burla delante de todos los empleados. Bajo apercibimiento de ser despedido mi padre debió subir a su escritorio y simular bostezos delante de todos sus compañeros.

Fácil resulta comprender el sabor amargo que esta actitud dejó en su alma.

Nadie pudo alzar su voz para defenderlo, el no pudo negarse pues sería despedido.

Esa era la realidad social, el contexto que se vivía en esos momentos, el trabajo carecía de dignidad y los trabajadores de derechos.

Pero al poco tiempo apareció un Coronel que comenzó a hablar de la Dignidad del Trabajador, de Independencia Económica, de Soberanía Política y de Justicia Social, y bajo su doctrina comenzaron a alinearse las grandes mayorías postergadas, comenzaron a reivindicarse los derechos de los olvidados, la gente comenzó a vivir feliz y contenta con la dignidad de su trabajo.

Era el Coronel Perón.

A partir de ese momento mi padre se hizo peronista y defensor de la justicia social, y por estas convicciones entregó su vida.
Por todo ello este recuento histórico no pretende hablar de política, ni de peronismo, ni de la resistencia popular, ni de la militancia de nuestro pueblo, ni de dieciocho años de proscripción y persecuciones, ni mucho menos de muertes; porque recordar estos hechos es recordar estos mártires en la plenitud de sus vidas y de sus ideales, para que nos demos cuenta de que las utopías existen, y que los ideales son importantes, tan importantes como para que alguien alguna vez intente callarlos torpemente y sin darse cuenta que esas palabras se transformarán en gritos que llegaran a cientos, miles, millones de oídos que entenderán el mensaje y continuarán su historia.

Porque estoy convencido que estas epopeyas merecen ser contadas, que estas vidas son ejemplos de vida, que esta entrega es modelo de una moral digna de ser imitada, pretendo hacer un recuento de lo sucedido en la esperanza de que llegue a manos de todos aquellos que siguen buscando esos modelos y esos ejemplos de vida, en fin continúan buscando un País mejor donde vivir.

También se han pretendido desvirtuar los motivos que impulsaron a esta gesta heroica, pretendiendo imponerles consignas extrañas que nunca los animaron en su intento, por tal motivo, antes de comenzar con el relato de los hechos, transcribo la Proclama al Pueblo de la Nación que redactaron como exposición de motivos y aspiraciones de su accionar y de cuya lectura surgen claramente las circunstancias que los rodearon y los objetivos que perseguían.

Finalmente debemos recordar también que ninguno de los ejecutores e ideólogos de las muertes fue juzgado ni castigado con el posterior retorno de la democracia.

Simplemente fueron beneficiados por amnistías dictadas, oportunamente, por ellos mismos o sencillamente jamás resultó posible que se sometiera a juicio a ninguno de los implicados en estos actos de terrorismo de Estado.

Estoy convencido de que si se hubiera juzgado su accionar y se hubieran aplicado las penas que la Constitución y la Ley les imponían a estos responsables, años más tarde otros delirantes no hubieran procedido como procedieron pues hubieran tenido en claro que accionar como el que estaban dispuestos a llevar adelante sería juzgado con toda la severidad, y que las penas serían aplicadas en consecuencia; o tal vez no, pues en su delirio asesino tampoco hubieran tenido reparos, pero es una duda que siempre tendremos como ciudadanos de este país.

Hacer este tipo de recordaciones, probablemente, encienda en los corazones el patriótico reconocimiento a estos hombres.

Estos episodios constituyeron una de las páginas más gloriosas de nuestra historia. No es un ejemplo para ser solamente contado, es para ser imitado, para que sirva de ejemplo a los argentinos y para que, desde su gloria, sigan mostrando cual es el camino a millones de argentinos.

Estos hombres pertenecieron a una causa, de ahí su extraordinaria grandeza. A esa causa ofrendaron sus vidas.

Como siempre ocurre en los tiempos difíciles, surgieron entonces en nuestra tierra grupos de hombres flojos y grupos de hombres fuertes. Los hombres flojos se unieron entre ellos para dar apoyo y sustento a un gobierno de facto que proscribía, encarcelaba y asesinaba; es más participaron en forma de “Junta Consultiva” en esos mismos hechos, en contra del resto del pueblo perseguido, encarcelado y asesinado.

La historia -que es verdad y es justicia o no es historia- ha debido reconocer el extraordinario valor de estos mártires frente a la confabulación de otros y así, cuarenta años más tarde, un Presidente de la Nación rindió homenaje público a la memoria de estos valientes reivindicando su lucha por la recuperación de la libertad y la democracia.

Ellos fueron los hombres de una causa: la causa de la Patria. No lograron hacerlos retroceder ni la calumnia ni la intriga, porque el corazón granítico de los hombres templados no cede ni ante la acción destructora del tiempo, ni ante la calumnia o la intriga de los hombres.

Esta lección perdurará en los tiempos mientras haya un argentino con el corazón bien templado.

“El mundo está formado por hombres fuertes y por hombres flojos. Nuestra generación, es la generación de una causa. Hemos de luchar por ella si somos fuertes o iremos a pedir la ayuda a terceros si somos flojos”.

No debemos ir a buscar ejemplos ni imitaciones en ninguna parte, no nos hace falta, tenemos en nuestra historia las páginas más gloriosas que se han producido en las luchas por la libertad, la democracia y la defensa de la causa popular.

Por todo esto es que reivindico la gesta de nuestros padres y espero contribuir, en alguna medida, a reinstalar en nuestra Patria la memoria histórica para que todos estos hechos nunca vuelvan a suceder, porque nos duelen los 31 fusilados/asesinados de Junio de 1956, nos duelen los muertos en los bombardeos a Plaza de Mayo de Junio de 1955,, nos duelen todos los muertos y perseguidos en la Resistencia Popular, nos duele el Plan Conintes, nos duele la triple A, nos duelen los 30.000 desaparecidos, y no queremos más que nos vuelva a doler ninguna otra muerte ni ninguna otra violación a ningún derecho humano.

Simplemente queremos recobrar un estilo de vida, queremos volver a ver a nuestro pueblo y a nosotros mismos con una sonrisa en la cara, con la alegría de vivir en la dignidad de nuestro trabajo, mirando a los ojos a nuestros hermanos, compartiendo la vida con nuestras familias y amigos, recobrar la buena vecindad, la solidaridad, el respeto a los ancianos, el amor a los niños.

Queremos vivir en Paz y Libertad, como una vez lo hicieron nuestros padres y abuelos y como pretendemos volver a hacer nosotros y nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.

* El autor es hijo de Mario Brión, oficinista, casado, quien encontró la muerte en los basurales de José León Suárez el 10 de junio de 1956, a los 33 años. En su libro, que lleva el título de este artículo, relata detalladamente, lugar por lugar, donde fueron sucediéndose y como fueron asesinados y fusilados quienes intervinieron en el Movimiento de Recuperación Nacional 9 de Junio que, encabezado por los generales Valle y Tanco y los dirigentes sindicales Andrés Framini y Armando Cabo, quienes se levantaron contra la dictadura en un intento por restablecer la vigencia de la Constitución Nacional.

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