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LOPECITOS… Ese maldito peronismo

 

Por HÉCTOR AMICHETTI

Lopecito I

Hubo un siniestro López durante largo tiempo al lado de Perón, también se llamaba José y además de corrupto era asesino.

José López Rega fue un oscuro personaje dentro del peronismo, seriamente cuestionado por vastos sectores del movimiento. Tras la muerte de nuestro líder, el criminal accionar de la banda que él lideró, costó la vida de muchos compañeros y compañeras.

Forzado a huir por la lucha del movimiento obrero en defensa de los derechos atacados por la desviación neoliberal, vivió durante siete años en la clandestinidad, en España, en un refugio secreto en Suiza, en Bahamas y en Miami, amparado por una fortuna amasada en sus inconfesables vínculos con sectas empresariales.

A pesar de la presencia de aquel Lopecito en el gobierno, durante 1973 y 1974 el peronismo promovió la industria nacional, las reformas impositiva y financiera, reguló las inversiones extranjeras y nacionalizó los depósitos bancarios orientando el crédito hacia los sectores de interés nacional. De esa manera defendió el empleo de los argentinos y la participación de los trabajadores en la distribución de la riqueza volvió a superar el 50%.

En marzo de 1976 la oligarquía instrumentó un golpe de Estado con la excusa de combatir la violencia y ordenar la economía, lo que en realidad perseguía era poner el país al servicio de sus intereses y para lograrlo necesitaba sacar del medio al movimiento peronista.

Lopecito II

Otro José López (que no es Rega), menos esotérico y más inclinado a la «caridad» cristiana, portador de un arma pero sin una banda terrorista a su disposición, más que siniestro: payasesco; también fue parte de un gobierno peronista que sacó a la Argentina de la peor crisis de su historia, recuperando empresas del Estado, reduciendo sustancialmente la deuda externa, reactivando la producción, protegiendo la industria nacional, generando más de 5 millones de puestos de trabajo, recuperando las paritarias, la capacidad de consumo y el bienestar del pueblo argentino.

Como aquel Lopecito, a este también se intenta presentarlo como la imagen corrupta del kirchnerismo, aunque en rigor de verdad, el problema no es el kirchnerismo y la corrupción, el verdadero problema es el peronismo y su manía de ponerle límites a los abusos del capital, pese a los corruptos y más allá de los traidores.

La misma oligarquía que golpeó en el ’76, ahora con máscara democrática, vuelve a planificar la entrega nacional para recuperar y aumentar sus privilegios y, para concretar su meta, necesita sacar del medio al molesto peronismo que cuando es gobierno perturba sus intereses y cunaod no lo es, amenaza con volver. Por eso es necesario fragmentarlo e instrumentar a los tibios, habitualmente predispuestos a ser parte de un movimiento domesticado por el capital.

La oligarquía siempre ha sido muy rudimentaria en sus procedimientos, incapaz de disimular sus intenciones por la evidencia misma de sus políticas.

Pero, en esta ocasión, como en tantas otras de la historia, no habrá Lopecito que les alcance, el Peronismo indefectiblemente volverá, sencillamente porque es un movimiento de mayorías.

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