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1946-2018 / Más que un recuerdo, un compromiso

 

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Por HÉCTOR AMICHETTI (Federación Gráfica Bonaerense / Corriente Federal de Trabajadores)

Hace 72 años, aquel 24 de febrero, Juan Perón llegó en estrecha alianza con los trabajadores y trabajadores, con quienes habían sublevado el suelo de la Patria unos pocos meses antes para darle luego sentido a un acto electoral.

El telefónico Luis Gay, los ferroviarios Monzalvo y Tejada, Manuel García, Garófalo, Reynes, Cipriano Reyes y la entrañable María Roldán, primera delegada del frigorífico Swift de Berisso, todos ellos fervientes promotores del Partido Laboralista que llevó a Perón a la victoria.

Enfrente, la Unión Democrática, confluencia de agotados partidos políticos incapaces de leer las transformaciones que la acción del pueblo provoca en la historia.

Y el infaltable respaldo de la Embajada de los Estados Unidos, de la Sociedad Rural, la Unión Industrial, la Cámara de Comercio y otras entidades patronales y profesionales históricamente mal acostumbradas a adaptar la democracia a sus intereses o, mejor dicho, a deformar la democracia.

«TAMBORINI! tituló Clarín en su primera plana del 24 de febrero de 1946, diciendo, entre otras cosas, lo siguiente:

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«El pueblo argentino tiene conciencia de que al depositar hoy en las urnas la boleta de los candidatos de la Unión Democrática vota por el mantenimiento de la Constitución y de las leyes básicas de la República, por el orden constitucional y por el régimen de libertad…»

«La Nueva Argentina no puede retroceder a los tiempos de la montonera y de la barbarie porque sería negarse a sí misma como nación organizada y unida y como pueblo digno de figurar entre los más progresistas de la tierra y de gozar de las simpatías de los ‘libres del mundo’, como lo consigna nuestro himno».

Allí comenzó la grieta, desde el momento mismo en que los grandes patrones, los poderosos de la economía, la justicia y los medios de comunicación consideraron que un gobierno en el que tuvieran protagonismo los trabajadores y trabajadores sería la antidemocrática representación de la barbarie.

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Lo que ahora llaman populismo.

Más de un millón y medio de ciudadanos/as argentinos acompañaron con su voto a Perón, la inmensa mayoría humildes trabajadores/as de nuestra querida Patria.

A partír de ese día Juan y Eva Perón convirtieron la formalidad de un acto electoral en auténtica Democracia.

¿Cómo podía llamarse hasta entonces democracia a un sistema inocultablemente colonial cuya economía era manejada desde la City o desde Wall Street?.

Entre las verdades que maduraban en la cabeza del nuevo Presidente estaba la que se convertiría en la primera:

«La verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el Pueblo quiere y defiende un solo interés: el del Pueblo».

Es por eso que desendeudar al país, nacionalizar el sistema financiero, fortalecer el rol del Estado en el control del comercio exterior y recuperar los servicios públicos, fueron algunas de las medidas esenciales para transformar un sistema colonial en soberano y democrático.

En su texto «La fuerza es el derecho de las bestias», Perón dio un ejemplo sencillo y elocuente de lo que significaba la dependencia argentina al asumir su primer mandato.

Allí relata que un frigorífico británico instalado en 1905 en Argentina, invirtió inicialmente en libras esterlinas, una suma equivalente a 11.250.000 pesos moneda nacional. A partir de entonces comenzó a pedir créditos al Banco de la Nación Argentina hasta llegar, con el tiempo, a 100 millones de pesos moneda nacional. A partir de entonces su capital fue 10% extranjero y 90% argentino.

El primer servicio financiero remesado por ese frigorífico a Londres fue de una utilidad del 10% sobre los 100 millones de capital y no sobre los 11 millones efectivamente radicados en el país al comenzar sus actividades; es decir que, con el primer giro de utilidades al exterior, repartió el capital invertido y, a partir de entonces, durante 50 años, nos descapitalizó.

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RETROCEDIENDO MAS DE 70 AÑOS…

En el día de ayer, la mayoría de los diarios argentinos dan cuenta de un informe del Banco Central. Durante el mes de enero de 2018 la inversión extranjera en nuestro país fue de 624 millones de dólares, pero aclara que de ese monto, solo 91 millones fueron inversiones directas, es decir productivas.

El resto fue a la timba financiera.

El último gobierno peronista, presidido por Cristina Fernández de Kirchner, que culminó su mandato en diciembre de 2015 puede exhibir que durante aquel año la inversiones extranjeras directas alcanzaron los 2.523 millones de dólares y las colocaciones financieras 1.539 millones de dólares.

En todo el año 2017, las inversiones directas fueron 2.362 millones de dólares (inferiores a las del 2015) y las inversiones financieras en bonos y otras yerbas se elevaron a 9.933 millones de dólares.

¡Viva la especulación! ¡Muera la producción!

¿Quién representa la barbarie?

Un último dato para conmemorar con nostalgia las elecciones del ’46.

Durante el último año del último gobierno peronista (2015), la remisión de utilidades al exterior de empresas multinacionales radicadas en nuestro país fue de 100 millones de dólares.

El año pasado (2017), se elevó a 2.115 millones de dólares.

Hacen sus ganancias en Argentina, con el trabajo y el consumo de los argentinos y – cuando controlan el gobierno- se la llevan sin límites al exterior.

Lo mismo que ocurría hace 8 décadas atrás.

La primera verdad doctrinaria de Macri sería hoy:

«La verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que las Corporaciones quieren y defiende un solo interés: el de las Corporaciones».

Cuando rememoramos la elección del 24 de febrero de 1946 queda suficientemente claro que un acto electoral es el primer acontecimiento de la democracia si el presidente que resulta electo llega en apretada alianza con los trabajadores/as y sus organizaciones.

Con las organizaciones libres del pueblo.

Si lo hace de la mano de las organizaciones patronales y de las Corporaciones mediáticas no representa más que el mero depósito de votos ciudadanos en un montón de urnas.

Y no es difícil prever lo que viene después.

Rememorar aquella elección del 24 de febrero del ’46, más que un recuerdo, debe significar para los peronistas una reafirmación de ideales, la expresión clara de nuestra voluntad de concretar definitivamente el sueño del país que anhelamos y – por sobre todo- el compromiso de no descansar un instante en nuestras luchas hasta recuperar lo que tiene que volver a ser un verdadero ejemplo del ejercicio de la Democracia.q

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