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SOBERANÍA NACIONAL / San Martín, Rosas y Perón…

 

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Por HÉCTOR AMICHETTI*

Patriotas, vendepatrias y en el medio la grieta.

Después de liberar medio continente sudamericano San Martín deseaba volver a Buenos Aires.

Bernardino Rivadavia, por entonces Ministro de Gobierno, le aconsejó que no lo hiciera porque no podía garantizar su seguridad. Lo acusaron de conspirador y los unitarios querían someterlo a juicio.

En el mismo año 1824 en que Rivadavia inició el endeudamiento externo argentino pidiendo prestado un millón de libras esterlinas a la Baring Brothers, San Martín fue empujado al exilio.

Tiempo después, siendo gobernador don Juan Manuel de Rosas, los unitarios refugiados en Montevideo alentaron el bloqueo francés al Río de la Plata.

El 5 de agosto de 1838, desde su exilio en Europa, San Martín le envió una carta a Rosas poniéndose a su disposición para regresar y defender a la patria de la agresión extranjera.

Al año siguiente, en otra carta le dijo: «…lo que no puedo concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempos de la dominación española. Una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer».

Aquel primer bloqueo en el que Francia exigía -entre otras cosas- el tratamiento de nación más favorecida, afectó la recaudación aduanera y el presupuesto provincial.

El gobierno de Rosas suspendió el pago de la deuda externa contraída por Rivadavia.

Los comerciantes británicos denunciaron la irresponsabilidad de la política financiera de Rosas exigiéndole que corrija el déficit fiscal y adecúe el valor de la moneda local para que sus negocios no se vean afectados.

Un unitario como Florencio Varela viajó en misión confidencial a Londres y París para solicitar que esas potencias extranjeras les ayuden a sacar del medio a Rosas.

La firmeza patriótica del Restaurador de las leyes frustró el nuevo y prolongado intento de Francia y Gran Bretaña de suprimir nuestra soberanía en bien de sus negocios.

El 2 de noviembre de 1948, San Martín escribió su última carta a Rosas:

«…así es que he tenido una verdadera satisfacción al saber el levantamiento del injusto bloqueo con que nos hostilizaban las dos primeras naciones de Europa… A pesar de la distancia que me separa de la patria, usted me hará justicia de creer que sus triunfos son un gran consuelo para mi achacosa vejez».

Pleno de felicidad hubiera partido de este mundo San Martín si hubiera sabido que cien años después vendría un Juan Perón.

Desandando el camino de entrega de Rivadavia, Perón desendeudó al país y al igual que San Martín fue forzado a un involuntario exilio.

Allá por los años ’70 opinaría sobre Rosas:

«En la lucha por la liberación, el Brigadier General don Juan Manuel de Rosas merece ser el arquetipo que nos inspire y que nos guíe, porque a lo largo de más de un siglo y medio de colonialismo vergonzante ha sido uno de los pocos que supieron defender honradamente la soberanía nacional en que se debe asentar la decencia de una Patria y, no en vano San martín, que había luchado por esa misma liberación, desde el exilio, al que lo habían condenado los enemigos de afuera y de adentro, le hizo allegar su espada y su encomio, que era como arrimarle un poco de su gloria de soldado y de su alma de ciudadano excepcional».

En tiempos en que abundan los vendepatrias resulta saludable reivindicar la línea historica que trazaron San Martín, Rosas, Perón.

¡Viva la Patria!

* Secretario General de la Federación Gráfica Bonaerense / Corriente Federal de Trabajadores

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