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AMICHETTI / «Nuestra América convulsionada»

Globo

Por HÉCTOR AMICHETTI*

¿Qué tipo de práctica democrática es la de los carabineros chilenos que disparan a mansalva contra la multitud que protesta por la desigualdad que provoca el extremismo neoliberal?

¿Es un legítimo demócrata Jair Bolsonaro que llegó a ser presidente del Brasil porque la Justicia le dio una mano encarcelando a Lula?

¿Es dictadura lo de Venezuela porque las fuerzas de seguridad reprimen a las desenfrenadas, provocadoras y violentas bandas llamadas guarimbas cumpliendo con la misión legal y constitucional de defender a un gobierno elegido por el pueblo y empujado por el Imperio a una guerra económica?

¿Cumplen con su deber democrático la policía y fuerzas armadas de Bolivia negándose a reprimir a los grupos fascistas que atacan a funcionarios, secuestran a sus familiares y destruyen los hogares?

Si los gobernantes de Sudamérica respetan a rajatabla los lineamientos de libertad de mercados y ponen sus recursos naturales a disposición del Imperio serán considerados democráticos.

Si hacen lo contrario serán calificados como dictaduras, sus líderes serán perseguidos, proscriptos, encarcelados y aunque ganen elecciones se los obligará a renunciar.

«La democracia pierde atractivo en la región: la mayoría no la prefiere como forma de gobierno», dice el titular de un artículo del diario «La Nación» publicado hace un par de días, agregando que sólo una minoría del 48% considera que la democracia es la «forma preferible» de gobierno.

Parece que la histórica «Tribuna de Doctrina» de la oligarquía argentina prepara terreno para justificar nuevas dictaduras.

Hace 40, 50 o 60 años resultaba habitual y hasta «justificable» derrocar por medio de las armas a gobiernos populares.

Terminaron así con Jacobo Arbenz en Guatemala, con Juan Perón en Argentina, con Joao Goulart en Brasil, con Salvador Allende en Chile y con Isabel Martínez nuevamente en Argentina, por citar tan sólo algunos casos.

Todos golpes de carácter cívico-militar instrumentados de manera más o menos encubierta por los Estados Unidos con activa intervención de la CIA.

A partir de los años ’80 los mecanismos de dominación fueron más sofisticados, giraron en torno al endeudamiento externo de nuestras naciones y al mecanismo de disciplinamiento y desestabilización por vía del poder económico concentrado.

Si bien aquellos gobernantes eran elegidos por el voto ciudadano accedían a una cuota muy limitada de poder.

Gobiernos de apariencia democrática podríamos llamarlos.

Pero si democracia es poder de minorías, al fin y al cabo provoca el rechazo de las mayorías.

Y con el nuevo siglo comenzó a alumbrar una nueva historia.

LLegó la victoria de Chávez en Venezuela, Lula triunfó en Brasil, Néstor y Cristina en nuestra Argentina, el Frente Amplio en Uruguay, Evo en Bolivia, Correa en Ecuador.

Con el nuevo escenario, el Imperio y las oligarquías regionales comenzaron a replantear su estrategia,articulando sus mecanismos de condicionamiento económico, con la acción de los grandes medios de comunicación en la deformación de la opinión pública y las desembozadas operaciones judiciales.

Tampoco alcanza.

Lula libre y Bolsonaro en decadencia, Piñera y Lenín Moreno acorralados por la protesta popular, una nueva y contundente victoria electoral del Peronismo en Argentina.

El golpe de estado en Bolivia pareciera representar el replanteo de una nueva estrategia que se emparenta más con la que el Imperio utilizaba hace 40, 50 o 60 años.

El control de la región y sus recursos naturales justifica cualquier método, incluso el de las guerras civiles, tan común en la dolorosa historia de otros continentes, como por ejemplo el africano.

¡Gran visionario el General Perón!, señalaba con frecuencia la necesidad de fortalecer el Movimiento como herramienta política de poder, formuló con simpleza y claridad el modelo argentino para el proyecto nacional y definió sin andar con vueltas que nuestra seguridad y destino de grandeza estaba atado a la constitución del continente como Patria.

El Peronismo acaba de obtener una gran Victoria electoral, se transforma de esa manera en una gran esperanza para nuestra acosada América. A la luz de los acontecimientos que estamos viviendo, es preciso no eludir nuestra responsabilidad histórica, de ello depende en buena medida la suerte de todos los pueblos del continente.

*Federación Gráfica Bonaerense / Corriente Federal de Trabajadores

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