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En rueda de debates…

 

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Por HÉCTOR AMICHETTI*

La noticia es que los 1.550 trabajadores de la Compañía multinacional Bridgestone recibirán un bono de $ 730.000 cada uno en concepto de participación en las utilidades de la empresa.

¿Quién no puede alegrarse de que un grupo de familias obreras reciban un adicional a su salario habitual en reconocimiento al esfuerzo de su trabajo que es -en definitiva- lo que permite a la empresa acumular mucho dinero en sus cuentas bancarias en todo el mundo y multiplicarlo luego varias veces mediante artilugios financieros que ni siquiera requieren trabajo?

Vale también reconocer la importancia de la organización sindical de los trabajadores y trabajadoras que batalló para lograr esa conquista.

Ahora, de allí a tomar el caso como ejemplo a ser extendido para reconquistar la arrebatada Justicia Social en Argentina, hay un abismo.

Desde nuestra más pura concepción peronista y cristiana, la distribución de los bienes debe ser colectiva, con el único fin de servir al bien común.

Es más, estoy convencido que si algún día nuestros sueños de Comunidad Organizada y Liberada estuvieran a punto de concretarse, las grandes multinacionales estarían dispuestas a ofrecer la participación de sus trabajadores en las ganancias como parte de una negociación para que ello no ocurra.

Después de todo, eso serviría a la fragmentación de la propia clase trabajadora, ya que quienes conquisten ese derecho procurarán que a la empresa le vaya cada vez mejor en sus ganancias para obtener un mayor ingreso.

Aunque esas grandes corporaciones concentren beneficios desmedidos y fuguen capitales, en un país que al no redistribuir colectivamente genera más de 16 millones de pobres y muchos otros millones de familias con salarios insuficientes.

Volviendo al concepto peronista de trabajo y capital, recordemos que en la Constitución Nacional sancionada en 1949 se incorporó el principio de Función Social de la Propiedad, definiendo el derecho a una retribución justa del trabajador en tanto y en cuanto «la riqueza, la renta y el interés del capital son fruto exclusivo del trabajo humano».

La Revolución Fusiladora eliminó violentamente nuestra Constitución, borró definitivamente su profundo sentido liberador y con la contribución del partidismo político claudicante, trató de disimular su sesgo antiobrero incorporando el artículo 14 bis que dispone formalmente el derecho a la»participación en las ganancias de las empresas».

Lo que podría denominarse, engañoso derecho a la dignidad en resguardo de un sistema de clases bien diferenciadas que, aún así, ni siquiera cumple con lo que ordena la Constitución.

Salvo el caso de Bridgestone que en 2019 -último balance de año normal pre-pandemia-, facturó a nivel mundial 29.380 millones de euros y obtuvo 2.438 millones de euros de ganancia neta declarada.

Si se aplicara a los 144.000 empleados que la Compañía tiene en todo el mundo, el beneficio del bono de participación que recibirán sus trabajadores en Argentina (6.033 euros por obrero a la cotización actual), la empresa estaría desembolsando alrededor de 868 millones de euros, lo que representa poco más de un 35% de participación en las utilidades, sin contar -como ya señalé- la multiplicación de esa ganancia vía maniobras financieras.

Allá por 1973, cuando el pueblo argentino repuso a Juan Perón como Presidente de la Nación, el General visitó la CGT y en una charla magistral explicó que durante ese año Argentina exportaría manufacturas por valor de 150 millones de dólares, estimando que con la implementación del Plan Trienal esas exportaciones se elevarían a 500 millones de dólares para el año 1977.

«Nuestras fábricas van a triplicar en producción» dijo Perón en aquella ocasión, destacando la importancia de que el capital y las ganancias fueran mayoritariamente de compañías argentinas «que remiten acá sus beneficios», para rematar diciendo que «el gobierno se ocupará que sea distribuída con justicia entre todos los que la producen, fifty y fifty como dicen. Mitad y mitad».

Han transcurrido casi 50 años de aquel mensaje, el mundo no marchó hacia el deseado universalismo, fue hacia una globalización descarnada que ha profundizado al extremo la injusta redistribución de la riqueza, pero el Peronismo no puede abandonar sus principios ni resignar sus objetivos.

Para que el pueblo en su conjunto recupere una justa participación en la redistribución de los beneficios que siguen siendo esencialmente producto del trabajo, es necesario recomponer el Estado y devolverle su rol planificador, atacar la concentración y extranjerización de la economía, desarticular el poder de monopolios y oligopolios, obligar a que las grandes Corporaciones nacionales y multinacionales paguen sus impuestos como corresponde, en proporción a sus fabulosas ganancias y además evitar que fuguen sus capitales, constituidos en base a riquezas y esfuerzo humano nacional.

No nos engañemos, ese es el único camino hacia la recuperación de la Justicia Social para todos y todas.

*Federación Gráfica Bonaerense / Corriente Federal de Trabajadores

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