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Los sindicatos…

Por HÉCTOR AMICHETTI (Federación Gráfica Bonaerense / Corriente Federal de Trabajadores)

Vuelvo a una reflexión que formulé hace unos días.

El problema no es Moyano, el problema es el costo laboral argentino y para bajar el costo laboral en nuestro país, es necesario debilitar a los sindicatos.

Hay que destruir los malditos convenios colectivos creados por el Peronismo hace 70 años.

Veamos lo que dice hoy el principal titular del diario «La Nación»

«Macri eleva la presión sobre Moyano y le exige reducir los costos del transporte».

«La logística es cara en Argentina» afirma el vocero de los oligarcas, y el Sindicato Camionero tiene 15 ramas con buenos convenios que se relacionan con ese servicio, transporte de cargas por camión, industria petrolera, distribución de alimentos y bebidas y recolección de residuos, entre otros.

El Fondo Monetario Internacional ordena moderar los salarios como única manera de contener la inflación.

Menos dinero en los bolsillos del pueblo, más en la caja fuerte de las grandes empresas. Menos consumo, menos trabajo.

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Carrefour anunció que por la caída de las ventas, va a cerrar 10 o 12 hipermercados y va a despedir a unos 3000 trabajadores. Al mismo tiempo abre supermercados Express con 5 empleados por local que realizan la tarea de 10. En una empresa con 5 empleados no hay derecho legal a elegir delegado.

Para garantizar los puestos de trabajo en la industria nacional es preciso bajar los salarios al nivel de lo que cobran los trabajadores de China, Camboya o Bangladesh.

Durante el mes de enero fueron despedidos 170 trabajadores químicos en la empresa Bunge de Campana; 350 de la autopartista Itec en San Juan; 80 en la fábrica de lanchas Marine Sur; 60 en la elaboradora de envases plásticos Boop; 35 gráficos de Casa de Moneda; 23 de la Aceitera Huanguelén de Bolivar.

La metalúrgica Envases del Plata de Morón despidió este mes 55 trabajadores; peligran 160 puestos de trabajo en Rapistand de La Matanza; los 130 metalúrgicos de Stockl de Burzaco resisten el vaciamiento patronal igual que los 102 empleados de la fábrica de llantas de autos Mefro Wheells de Rosario.

En Coronel Suárez se ha decretado la emergencia laboral por la crisis que sufre la empresa de calzado Dass, en Azul persiste la lucha de todo un pueblo por la desactivación productiva de Fanazul y el despido de 220 trabajadores.

El Ministerio de la Producción dice que la única opción para salvar algo de la industria textil es que la Cámara empresaria y el sindicato firmen un acuerdo de precarización laboral.

El gobierno anula por decreto la paritaria docente y alienta la desafiliación de los trabajadores del SUTEBA.

Los empresarios del sector camionero exigen que el gremio resigne la mitad de la asignación por antigüedad a cambio del tradicional bono de fin de año.

El empresariado bancario, que ha obtenido récord de utilidades durante el año pasado, ofrece para este año un incremento salarial del 9%. El Ministerio de Trabajo lo acompaña sacando una resolución que anula la «Cuota solidaria» como señal de presión hacia la Asociación Bancaria.

Hay que ahogar financieramente a los sindicatos, que pierdan fuentes de trabajo, que reduzcan sus recursos, que se debiliten al extremo y cedan a las exigencias del mercado.

Miles de despedidos en el Estado nacional y en algunas provincias y municipios. Río Turbio se levanta por los 400 despidos en los yacimientos carboníferos; en Salta cierra el Ingenio San Isidro dejando 700 familias en la calle; el Instituto Nacional de Tecnología Industrial anuncia 250 despidos.

Hasta la dirigencia dialoguista de algunos sindicatos ha comprobado en este enero caliente que la guerra ha sido desatada. Que la confrontación resulta inevitable.

Desde los más profundo de la historia resurge con todo vigor el los mensajes de La Falda, de Huerta Grande, de la CGT de los Argentinos y de la digna CGT unificada que conducía Ubaldini.

Nuestra lucha tiene sentido si la damos por los derechos laborales, pero fundamentalmente por un proyecto de país que defienda la producción y el trabajo nacional, que enarbole la soberanía y la justicia social. Que defienda, en definitiva, la dignidad de todo un pueblo.

Los sindicatos unidos y una Central Obrera fuerte son nuestra mejor arma para asegurar la Victoria.

El enemigo lo sabe, por eso en este mes de enero ha recrudecido su ataque.

La experiencia peronista nos señala que los sindicatos son la mejor herramienta para proteger a quienes constituyen la única clase social que reconocemos: la de los hombres y mujeres que trabajan.

Las heroicas y prolongadas resistencias también nos indican que han sido un obstáculo insalvable para las ambiciones de esa despreciable clase que hoy nos gobierna: la de aquellos que viven de los hombres y mujeres que trabajan.

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