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Tractorazo del «campo» antinacional y antipopular

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Por HÉCTOR AMICHETTI*

Leí por ahí que los hombres y mujeres del «campo» que hoy irrumpieron con sus tractores en la ciudad de Buenos Aires manifestaban -entre otras cosas- que la «receta socialismo (y su muleto el estatismo) es siempre la misma».

Supuestamente manotear de sus bolsillos la plata en forma de impuestos para repartirla entre otros sectores populares.

«Arréglense con lo que tienen o dedíquense a otra cosa», fue el mensaje que lanzaron al gobierno democrático integrado por «vándalos y usurpadores» según su opinión.

Estoy seguro que si algún periodista les preguntaba acerca de lo que fueron la Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME) o si saben quién fue el Brigadier Juan Ignacio de San Martín, ninguno de ellos o ellas hubieran sabido responder.

Pues, el Estado que ellos desprecian fue capaz de emprender allá por los años ’50 y bajo la presidencia de Juan Domingo Perón, la fabricación del legendario tractor «Pampa».

Argentina estaba en una especie de guerra comercial con los Estados Unidos, principal proveedor de maquinaria agrícola para trabajar nuestras tierras y el peronismo había iniciado un fuerte proceso de industrialización con sustitución de importaciones.

«En tres meses vamos a fabricar nosotros nuestros propios tractores», aseguró con convicción Perón en un acto en Santa Fe.

Los chacareros de aquella época, aunque creían poco menos que imposible lograr lo que el Presidente de la Nación prometía, colaboraron con el gobierno aportando sus sabias propuestas como productores para alcanzar el objetivo, muy lejos de pensar en marchar a Buenos Aires montados en tractores importados para protestar.

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El 17 de Octubre de 1952, el primer tractor «Pampa» experimental procedente de Córdoba fue exhibido en el obelisco para asombro de la población que hasta allí había concurrido para corroborar que el Presidente comenzaba a cumplir con lo prometido.

A mediados del 1954 ya se fabricaban tractores para comercializar en la planta de Ferreira (Córdoba), a partir de entonces y a lo largo de una década, llegaron a fabricarse 3760 unidades.

Por ser nativo de un pueblo rural conocí -siendo niño- muy de cerca a los chacareros, algunos eran de mi familia; supe del esfuerzo que representaba en aquella época las labores del campo, de las madrugadas con escarcha y las tardes de sol ardiente.

Los veía cuando se sacaban el sombrero con el rostro completamente rojizo y la frente bien blanca, gringos y criollos, trabajadores incansables que alternaban cosecha de trigo, con maíz y girasol, dándole tiempo a la tierra para enriquecerla con intervalos de pastoreo animal.

No existían los sofisticados fertilizantes ni riego artificial, solo del clima dependía su suerte y ni de lejos imaginaban que algún día podrían ser alquilados los campos para que los trabajen otros, mucho menos la invasión de soja y los pooles de siembra.

Se organizaban en cooperativas para comercializar sus granos y reconocían el rol del Estado protegiendo una rentabilidad que les permitía vivir sencillamente pero con dignidad, sin que les faltara nada.

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Pocos años antes de ser violentamente derrocado, Juan Perón, el hombre que había instaurado el respeto a los derechos humanos del peón de campo a través de un estatuto que consagró sus conquistas, había expresado:

«Nadie tiene derechos absolutos sobre las riquezas de la tierra; ni el hombre, ni la sociedad. Como tantas otras cosas de la vida humana, lo justo, lo justicialista no está en los extremos, sino en la armonía de las fuerzas que se contraponen».

«No queremos la enorme riqueza del capitalismo, que contribuye a la felicidad material de un pequeño grupo de hombres amasada en el dolor ajeno».

70 AÑOS MAS TARDE…

Un pequeño grupo de hombres y mujeres a los que materialmente no le falta nada, intentaron en el día de hoy impactar en algún sector de la opinión pública montando tractores que seguramente desempolvaron de sus galpones, para venir a la Ciudad de Buenos Aires escoltados por costosas camionetas 4 por 4.

Transitaron por las rutas y cruzaron puentes construidos con dinero del mismo estado que ellos detestan y al que intentan desconocer, desvalorizando las instituciones universitarias donde estudian muchos de sus hijos, los hospitales en los que a menudo se atienden y el esfuerzo extraordinario que el propio estado realizó durante la pandemia para defender la vida y mantener en pie la economía, contribuyendo incluso, a mantener en pie las fábricas de maquinarias agrícolas que ellos – o quienes trabajan en alquiler sus campos- necesitan para garantizar su producción.

La Bolsa de Comercio de Rosario (no el Gobierno Nacional peronista), acaba de informar sobre una facturación récord de más de 40.000 millones de dólares por el crecimiento de la exportación de granos y la suba de precios internacionales.

Pero estos «chacareros», amarillamente politizados y odiadores, no orientan sus marcha de tractores hacia las plantas de Cargill, Dreyfus o Bunge, vienen a Plaza de Mayo a pedir que no les apliquen un impuestos por rentas inesperadas a esas multinacionales… y encima no noté en ellos y ellas caras castigadas por el sol y frentes bien blancas protegidas por sombreros de laburante.

Yo que conocí a los verdaderos chacareros comprobé que lo de hoy fue una ridícula actuación de hombres y mujeres del «campo»… antinacional, antipopular y -por vivir en Argentina- profundamente antiperonistas.

Pero debo reconocer que cuando vi esos tractores me acordé del «Pampa» y me agarró la nostalgia.

¡Viva Perón Carajo!

* Federación Gráfica Bonaerense / Corriente Federal de los Trabajadores 

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