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SOCIEDAD TIPOGRÁFICA BONAERENSE / A 160 años de la fundación del primer gremio en Argentina

Se cumplen 160 años del primer paso en organización obrera por parte de un grupo de trabajadores gráficos en la Argentina de mediados del siglo XIX. La unión partió de la necesidad de oponer un poder común ante la explotación laboral de la época, con jornadas extenuantes en sitios insalubres, con una paga exigua, con mujeres y niños que sufrían aún más esa situación. 1857 es el año en que se pone la piedra basal de una construcción de un movimiento obrero que con el correr de los años se convertiría en un actor esencial de la vida política argentina. A 160 años de ese primer movimiento, hoy los desafíos son otros, pero la necesidad de organización y acción en defensa de los trabajadores en esencia es similar. A continuación reproducimos un texto de Héctor Amichetti, secretario general de la Federación Gráfica Bonaerense, gremio que marcó la continuidad desde 1907 de ese primer embrión que fue la Sociedad Tipográfica Bonaerense.

Tipógrafos

Por HÉCTOR AMICHETTI (Federación Gráfica Bonaerense / Corriente Federal de Trabajadores)

ES MUY CIERTO QUE LA ORGANIZACION VENCE AL TIEMPO

Aquel año 1857 arrancó violento, el 3 de enero, el sacerdote Jean Louis Verger, molesto por la teoría de la Inmaculada Concepción y por el celibato, mató de una puñalada en el corazón al arzobispo de París, Monseñor Sibour.

En marzo un terremoto, seguido de fuertes vientos e impresionantes incendios acabó con la vida de 107.000 personas en Tokio.

El 10 de mayo, tropas indias al mando de oficiales británicos colonialistas iniciaron un levantamiento que pasaría a la historia como «Rebelión de los Cipayos». Los sublevados asesinaron a 211 mujeres y niños ingleses en Cawpore (India).

La única noticia mundial simpática es que en febrero de ese año los alemanes inventaron la salchicha blanca (Wei Bwurst).

En nuestro país, Justo José de Urquiza, que había derrotado a Juan Manuel de Rosas cinco años antes en la Batalla de Caseros, era el Presidente de la Confederación Argentina con sede en Paraná. Rosas estaba exiliado.

En ese año 1857, los porteños, que mantenían autonomía política, eligieron gobernador a don Adolfo Alsina.

La confrontación civil en nuestra Patria se agudizaba cada vez más. Alsina, junto a Bartolomé Mitre, Sarmiento y Alberdi estaban enfrentados a Urquiza y eran habituales columnistas de los diarios «El Nacional», dirigido por Damacio Vélez Sarsfield y «La Tribuna», de los hijos de Florencio Varela.

Los gráficos de «El Nacional» imprimían dos ediciones, una de ellas ganaba la calle al mediodía y la otra a la siesta, como se acostumbraba decir en aquella época.

Un par de años antes, el «Almanaque comercial y guía de forasteros para el estado de Buenos Aires», publicado por «La Tribuna», consignaba la existencia de 11 librerías, 10 imprentas y dos litografías.

Los trabajadores de esas imprentas, decidieron de una vez por todas organizarse.

Es así que por iniciativa de medio centenar de tipógrafos se fundó, bajo la forma de una entidad de socorros mutuos, la SOCIEDAD TIPOGRAFICA BONAERENSE.

El 25 de Mayo de 1857 fue el día elegido, asignándosele a esa fecha el doble sentido de evocación de la gesta revolucionaria y de génesis de la naciente entidad.

Los Estatutos de esa primera organización de los gráficos, precursora del sindicalismo argentino, involucraban a impresores, litógrafos, encuadernadores y libreros, «ya sean nacionales o extranjeros», y fijaban como objetivos principales: propender al adelanto del arte tipográfico; prestar socorros a los miembros que se enfermaren o imposibilitaren para trabajar; proteger a los miembros que necesitaren auxilio por algún motivo justo; socorrer a la familia del socio que falleciere si ésta lo solicitare y aumentar por todos los medios a su alcance la caja de ahorros.

Al poco tiempo, la Sociedad Tipográfica Bonaerense plantearía también «levantar, a una mayor altura, la bandera del progreso y de la fraternidad en el seno de la corporación tipográfica, sosteniendo la emancipación del gremio por tanto tiempo aniquilado».

Desde entonces hasta ahora han transcurrido 160 años. Casi nadie recuerda ya la desgraciada muerte del arzobispo de París; los cipayos, cuya conducta fuera tan claramente puesta al desnudo por Don Arturo Jauretche, ya no encabezan rebeliones aunque siguen colaborando con los enemigos del pueblo en casi todas las naciones del mundo y, pese al creciente imperialismo cultural que ha llegado a imponer también cierta dependencia del arte culinario procedende de las más diversas y lejanas regiones, la salchicha blanca inventada por los alemanes de Baviera, no ha caído simpática al estómago de los latinoamericanos.

Sin que signifique pecar de soberbia, puedo decir que solo la organización de los gráficos permanece de pie, indoblegable, con sus inalterables principios solidarios y el sueño siempre presente de la emancipación social.

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