Por Gabriel Fernández*
Una precisión suscinta ante varias preguntas.Si bien la expansión del virus ha bajado acciones de empresas situadas en regiones afectadas, con una esquirla comercial razonable, el desequilibrio más general se asienta en la decisión saudita de acrecentar la producción de petróleo para bajar su precio.
Esto tiene razones internas -20 príncipes detenidos y afirmación del poder de Mohamed bin Salman- y externas -usufructuar el proceso y lograr la hegemonía de Arabia Saudita sobre el mercado, intentando desplazar a Rusia-, lo cual debería advertir a los analistas acerca de una sobrevaluación de los efectos de la epidemia.
El coronavirus es, qué duda cabe, un golpe económico que fomenta la baja, pero no la reestructuración mundial. Es previsible el fortalecimiento del vínculo chino – ruso – iraní – iraquí y habrá que ver cómo proceden Qatar y Emiratos Arabes entre otros. Es probable que, sin salirse de los nuevos precios impuestos, de todos modos guarden distancia de la estrategia saudita.
Lo cual implica que el complicado panorama presente beneficiará parcialmente a los Estados Unidos pero no alcanzará para deteriorar el rumbo general de la Multipolaridad. Aunque existe una baja en el ritmo productivo general y cierto congelamiento de los indicadores -una «pausa»- el catastrofismo de los titulares no encuentra fundamento pleno. La Argentina en particular no tiene por qué modificar el rumbo pro industrial y activo marcado en las alocuciones presidenciales.
Gabriel Fernández / La Señal Medios